viernes, 16 de septiembre de 2011

Rubalcabin Hood. Por Agustín de Grado

Intenta Rubalcaba engañar a los españoles con un debate dirigido a las vísceras. Obtendrá, dice, 1.000 millones de los ricos con el impuesto que su Gobierno retiró para proteger a las clases medias y destinará la recaudación a crear empleo juvenil. Dos son las falacias de este viejo socialismo a lo Robin Hood. La primera, su eficacia: la recaudación prevista apenas cubrirá el 2 por ciento del déficit del Estado en 2011. Aunque entenderán mejor la maniobra propagandística con este otro dato: casi la mitad de lo que Rubalcaba aspira a sustraer de los codiciosos potentados se lo han gastado sus colegas socialistas de Castilla-La Mancha en repartir subvenciones sin dotación presupuestaria, pueden imaginarse entre quienes. Segunda falacia: la promesa de crear empleo. Este es el fracaso histórico del socialismo. El empleo lo crea la gente que arriesga en proyectos orientados al lucro personal, no los Gobiernos. «No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés» sentenció Adam Smith. El mundo no funciona de otra manera. Ni la prosperidad llega por otro camino. Bastante hacen los Gobiernos con no poner trabas al espíritu emprendedor. Cuando se dedican a crear trabajo llenan la administración de funcionarios innecesarios, cargos prescindibles, asesores fantasma y parásitos agradecidos. España tiene un problema de gasto, no de ingresos. Lo tenía incluso cuando la recaudación fiscal colmaba las arcas públicas en época de bonanza económica. También entonces los gastos superaban a los ingresos y acudíamos a la deuda para financiar nuestro dispendio bajo la coartada de garantizar el denominado Estado del Bienestar. La solución no pasa ahora por más impuestos. Necesitamos menos gastos.

La Razón – Opinión

Patrimonio. El impuesto de la demagogia. Por Emilio J. González

El impuesto sobre el patrimonio es una figura tributaria de muy escaso poder recaudatorio. Volver a imponerlo ahora no va a resolver, ni de lejos, los serios problemas presupuestarios que tiene este país.

Los socialistas quieren aprobar este viernes la reinstauración del impuesto sobre el patrimonio. Pero no se equivoquen. Esto no va de política económica, ni bien ni mal entendida. Esto va de electoralismo puro y duro.

El impuesto sobre el patrimonio es una figura tributaria de muy escaso poder recaudatorio, que en su momento se retiró porque iba en detrimento del ahorro. Volver a imponerlo ahora, por tanto, no va a resolver, ni de lejos, los muy serios problemas presupuestarios que tiene este país, por mucho que los socialistas quieran dar a entender lo contrario. Aquí de lo que se trata es de la más pura y simple demagogia electoralista dirigida a la izquierda más recalcitrante de este país. Básicamente, en lo que consiste esta propuesta es en decir, bien, aquí hay mucha gente que está sufriendo bastante a causa de la crisis mientras otros siguen disfrutando de la vida gracias a sus riquezas; pongámosles entonces un impuesto para que ellos también compartan los sinsabores de los tiempos difíciles que nos ha tocado vivir porque qué es eso de que unos tengan tanto y no compartan mientras otros las pasan canutas. La lógica es así de simple y con ello los socialistas nos demuestran varias cosas.


En primer lugar, hoy por hoy en el PSOE no tienen el menor interés en resolver la crisis económica. A ellos lo que les preocupa es resolver la que se les viene encima si el día de las elecciones se cumplen los nefastos presagios que las encuestas les auguran. Lo que tratan de verdad es de minimizar, en la medida de lo posible, el batacazo electoral mediante la radicalización de sus postulados, tratando de esa forma de cosechar votos entre los caladeros de Izquierda Unida y entre los antisistema. En segundo término, como su preocupación no es más que de naturaleza electoral, carecen de un verdadero programa por si ocurriera el milagro de que, después del 20-N, pudieran seguir gobernando, solos o con CiU. Los que acusan al PP de no proponer medida alguna para salir de la crisis ahora resulta que no tienen nada que decir al respecto, entre otras cosas porque si consiguen que los de Rajoy no gobiernen, el programa económico que tendrán que asumir será el que les impongan sus aliados parlamentarios de Convergencia i Uniò, les guste o no.

Así las cosas, el PSOE sigue empeñado en la estrategia equivocada, que no es otra que la de la demagogia, la del resentimiento social y la de seguir demonizando a la figura del empresario cuando lo que necesita este país es convertir al empresario en un héroe y facilitar al máximo su labor porque ella es la que genera empleo y bienestar. El impuesto sobre el patrimonio va justo en la dirección contraria. ¿Lo suprimirá Rajoy si llega a La Moncloa?


Libertad Digital – Opinión

Los planes de Zapatero. Por Fermín Bocos

Gane quien gane las elecciones -al decir de las encuestas será el Partido Popular-, antes de Navidad, Rodríguez Zapatero dejará La Moncloa para trasladar su residencia a León. Se despide con más pena que gloria, dejando al PSOE en la peor situación política desde que se restauró la democracia .

Se irá, pero no abandonará la política. Aunque desde el punto de vista de la militancia socialista está amortizado, formalmente sigue siendo el secretario general del partido y -según cuentan las fuentes monclovitas- no tiene intención de resignar el cargo hasta la celebración del próximo congreso; cónclave que si depende de su voluntad, no se anticipará ni tendrá carácter extraordinario. Es una forma de estar en un puesto que, contando con el auxilio de Pepe Blanco, le permitiría controlar la crítica y, en consecuencia, los daños.

Todo dependerá del resultado de las elecciones del 20-N porque quien manda hoy en el PSOE es Alfredo Pérez Rubalcaba, el candidato que se auto proclamó líder del partido y que ejerce como tal dando pie a una situación de bicefalia que no tiene precedentes en el seno de la organización. Dado que la tradición del PSOE es ajena a usos como los del PNV donde el líder del partido no es el candidato a "lehendakari" (provocando conflictos como el que en sus día enfrentó a Garaicoetxea con Arzallus), está por ver que Zapatero pueda prolongar por mucho tiempo la situación de bicefalia que pretende. Dependerá, como digo, del resultado de las elecciones de noviembre y del calado de la derrota que anuncian todas los sondeos.

Si Rubalcaba es capaz de contener la hemorragia de votos que pronostican las encuestas y el PSOE no baja de los 120-125 escaños, entonces tardará poco en reclamar el liderazgo formal para cohonestarlo con el liderazgo político que ya ostenta. En resumen: así que pasen unos meses, a Rodríguez Zapatero se le verá más por la madrileña calle Mayor (sede del Consejo de Estado) que por la calle Ferraz (sede del PSOE), en donde, por cierto, a diferencia de lo que ocurre con Felipe González, no deja club de fans.


Periodista Digital – Opinión

Pánico sin esperanza. Por Joaquín Marco

La población europea –salvo excepciones– se despierta cada día en un pánico sin esperanza, tejido y ampliado por las reiteradas malas noticias económicas. Estamos añorando, incluso, la situación en la que nos encontrábamos hace tan sólo un año: más pobres, con más parados, menos honrados, aunque con algún brote verde a lo lejos. En el día de hoy ni están ni se los espera. El nuevo milenio nos ha conducido a otro escenario donde todo puede ir, de un día para otro, algo peor. Ni los asustados políticos ni los desconcertados economistas saben muy bien cómo atajar una hemorragia que desangra en parte aquel cómodo consumismo en el que estuvimos. Ya se están recortando camas de hospital y maestros y profesores en colegios y universidades. Ya casi nadie alude al paro creciente, porque se da por supuesto. Si necesitáramos un millón de emprendedores nuevos para paliarlo, vamos listos. Se decía antes que la Banca estadounidense concedía, sin avales, créditos a quienes proponían un proyecto que pareciera viable. Y se oponía esta actitud a la española, reacia a conceder créditos, salvo a los empresarios inmobiliarios que respondían con sus propios bienes, sus empresas y hasta sus jubilaciones. Pero los tópicos no son ciertos. Las entidades estadounidenses inventaron las hipotecas subprime y los productos derivados e iniciaron un descalabro que ahora Obama intenta penalizar, porque de todo aquel zafarrancho tan sólo ingresó en la cárcel una única cabeza y no de turco. Aquí, por ahora, los dirigentes bancarios se han ido con excelentes indemnizaciones y planes de pensiones.

Pero aquel inicio de la crisis, de hace cuatro años, se observa ya como idílico. Lo que parece que podría hundirse en el abismo, al que alude Felipe González, alcanza no sólo a la eurozona o al territorio universal del dólar, sino a una forma de vida, aunque no la de todos. En el mundo globalizado se da la paradoja de que algunos países emergentes pueden acudir a salvar a quienes, más ricos, están a punto de ahogarse, aunque bajo condiciones. China prometió comprar deuda española, como hizo con la estadounidense, pero ahora puede hacerse con la de buena parte de la de los países de la zona euro, porque hasta el bono alemán de referencia ha dejado de parecer sólido refugio, pese a oponerse Alemania a la idea del eurobono y Austria y Finlandia hasta al rescate acordado. Lo que se promete es más sangre, sudor y lágrimas: sin el recurso de una victoria. Estamos a un paso de unas elecciones generales, pero ¿alguien atiende a los tímidos mensajes de los candidatos?¿Nos importará más o menos la gestión de la pobreza hacia la que nos encaminamos que algún signo de esperanza? Economistas se preguntan si lo que se pretende es descubrir hasta dónde está dispuesta a resistir una población que ha de olvidarse ya del bienestar.

Grecia se ha convertido en símbolo y su población, de huelga en huelga, con cierre de comercios y escasos recursos para seguir con el festival del consumo, anda más que desorientada. Los más pesimistas le recuerdan el corralito argentino; otros, la salida inmediata del euro, aunque lo nieguen, a dúo, Sarkozy y Merkel; los alemanes les reprochan ayudas que antes les concedieron sin reparos y los bancos franceses tiemblan por su exposición a la deuda. Pero los intereses de la misma a cinco años alcanzan ya el 25%. El problema, de resolverse a trío en el interior de la Unión, reaparecerá, porque sabemos que el abismo no es la deuda griega. Les han apretado las tuercas a los helenos, como a los italianos, en algaradas, y a los españoles, portugueses e irlandeses. Tiemblan los belgas. Recortó Francia en menor medida que Gran Bretaña, fuera del euro, con huelga general anunciada. El dinero incoloro domina la política y se sirve de la economía. No somos más sabios que en 1929, aunque disponemos de fórmulas más complejas. La solución no está en el hombre fuerte que pegue el puñetazo sobre la mesa y ordene y mande.

Alemania se convirtió en gran potencia en tiempos de Hitler. El pasado no parece servir para apuntalar el porvenir. Pero las guerras de hoy acaban con imperios, como ayer. La de Afganistán le está costando a los EEUU más dinero que la II Guerra Mundial y, con la de Irak, ha debilitado su poder. Habrá que descubrir una esperanza a corto plazo en la utópica colaboración entre naciones que han de renunciar a partes de su soberanía. Estamos en una transición a lo desconocido. No todas las formas democráticas resultarán equivalentes, pero esto ya sería harina de otro costal.


La Razón – Opinión

Cataluña. Fraude, cobardía y nacionalistas. Por Agapito Maestre

Si España es un país lleno de cobardes, cosa que está a la vista, me parece que en Cataluña se llevan la palma. A pesar de que quedan héroes-ciudadanos, la ciudadanía en esa zona de España desapareció hace tiempo.

En Cataluña dominan los amos y los súbditos. Los ciudadanos están perseguidos. Los amos de Cataluña son los nacionalistas y los socialistas, que una vez más le han retorcido el brazo a los ropones del TSJC. Normal. La justicia en Cataluña está al servicio del mesogobierno de CiU. No hay ni poca ni mucha justicia, sencillamente, no existe, porque no son independientes. Los jueces en Cataluña están a las órdenes de los nacionalistas y socialistas. El resto son bobadas.

Nunca me hice ilusiones por la sentencia del TSJC sobre la situación del español en Cataluña. Nunca se ejecutará... ¿Cómo van a permitir los amos que se ejecute una sentencia que cuestiona el centro de su poder?, ¿cómo van a permitir que los niños de Cataluña estudien en la lengua oficial de España? Hoy, los jueces del TSJC, sin duda alguna, al servicio directo del gobierno regional de Cataluña, dicen que de momento no se ejecutará la sentencia; la añagaza argumental es, sencillamente, un fraude procesal. Pero, ese fraude, por desgracia, será un juego cuando mañana, es decir, dentro de un año o más, monten otro aquelarre "político-procesal", si es que no cambian antes la sentencia, para que los niños catalanes no estudien jamás en el idioma oficial de España.


Los nacionalistas y los separatistas de Cataluña tienen un poder absoluto sobre sus súbditos. Nadie se engañe. Vivan la realidad y no de ilusiones. No preveo rebelión alguna en Cataluña contra esta panda de amos sin escrúpulos. Si España es un país lleno de cobardes, cosa que está a la vista, me parece que en Cataluña se llevan la palma. A pesar de que quedan héroes-ciudadanos, la ciudadanía en esa zona de España desapareció hace tiempo; aunque es menester reconocer que, en los últimos siete años, Rodríguez Zapatero le dio un golpe casi definitivo al ciudadano español. El TSJC no se salva de ese diagnóstico, pero, con un agravante, a los jueces les va más la marcha del vasallaje. Estos siervos quieren seguir siendo siervos. No hablamos de esclavitud sino de servidumbre voluntaria; es el fundamento de las sociedades cerradas y totalitarias.

A los jueces del TSJC, dicho llanamente, les gusta vivir arrastrándose ante los nuevos amos. ¿Por qué iba a ser esta gente menos que Rodríguez Zapatero? Los nacionalistas y los socialistas catalanes actúan, desde hace tiempo, como si Cataluña fuera un estado independiente, y para ello han contado con la colaboración imprescindible de Rodríguez Zapatero, ¿por qué no justificar que el TSJC promociona no sólo el desacato de la Generalidad sino la independencia de Cataluña? El TSJC, en fin, con esta suspensión de ejecución de sentencia se pone al servicio de los nacionalistas e impide que se satisfaga la demanda de los ciudadanos de escolarizar a sus hijos en castellano o español.


Libertad Digital – Opinión

Demasiado tarde. Por Victoria Lafora

Cuando estamos al borde del precipicio, cuando la bolsa lleva semanas despeñándose, la prima de riesgo bordea los cuatrocientos puntos y la palabra intervención ha dejado de ser un susurro, el PP empieza a votar con el Gobierno.

En el fondo son temas que, tan seguros como están de ganar las elecciones de noviembre y por mayoría absoluta, les dejan la tarea hecha. Pero hace unos meses, y teniendo la misma urgencia, la respuesta fue "ni agua". Sólo hay un asunto en el que, por no asustar a los suyos, se hacen los remilgados y se oponen con grandes cabezazos: el impuesto sobre el patrimonio. Nadie cree que si el Gobierno Zapatero, en ese baile de adelante, atrás, adelante, tan característico de su legislatura, lo recupera, las comunidades autónomas del PP se van a hacer las exquisitas y no lo van a aplicar con las estrecheces que están pasando. Eso lo dicen ahora, para apoyar a Rajoy en su campaña hacia la Moncloa en la que no se puede cometer ni un error.


Sí han apoyado, por el contrario, una reforma que no gusta nada a los precarios. Es aquella que suspende por dos años el límite de encadenamiento de contratos temporales. Otra vez, la administración Zapatero contradiciéndose en sus decisiones porque fue una norma de 2006 la que obligaba a hacer fijos a los trabajadores después de cuatro contratos. En el PP deben pensar que ese no es su semillero de votos. Además, no es que hayan votado a favor, se han abstenido para que pudiera salir adelante.

Aún así, y para salvar la cara, su portavoz, Soraya Sáenz de Santamaría, explicó que les parecía un pésimo decreto que llevaba a una precarización en el empleo (no vaya a ser que algún votante del PP se vea en tan triste situación y les castigue en las urnas) pero nada dijo de mejorarlo cuando llegaran al poder. De lo que se deduce que seguirá en su actual redacción por mucho tiempo, tanto como dure la crisis, que va para largo.

Porque esto está muy mal y parece que Mariano Rajoy y los suyos están empezando a darse cuenta de que, por mucho empeño que le pongan, la crisis no se soluciona en tres meses como prometían. Mala cosa cuando ahora advierte que no es posible hacer milagros.

Y es que estos pactos, acuerdos, apoyos de última hora llegan demasiado tarde, cuando los ciudadanos, las empresas y el Estado han perdido el ahorro de muchos años porque los inversores no han tenido confianza en un país en el que su clase política andaba a la gresca permanente.


Periodista Digital – Opinión

Menos euforia. Por José Antonio Vera

Percibo con sorpresa el ambiente de placidez en que se mueven algunos dirigentes del PP, como pensando que las elecciones están ganadas y que lo que vendrá después es poco menos que coser y cantar. Desde el 28-M no paramos de ver fotografías de líderes peperos desbordantes de felicidad, cuando resulta que la situación no es para tanto. Estuvo bien que se celebrara adecuadamente la victoria aquel día, pero a partir de ahí hay que dejar de retratarse y sentarse más en el despacho a trabajar. La verdad es que así lo hace la mayoría, particularmente Rajoy y Soraya, y dirigentes regionales como Feijóo y Bouzá, y por supuesto Aguirre y Cospedal. Aunque echar horas tampoco garantiza el acierto. Veo estos días a jefes de gabinete que actúan como si fueran auténticos ministros, y consejeros haciendo el chorra al decir lo que no deben. Una de las pocas cosas buenas que hizo José Montilla fue transmitirle a sus «consellers» que «no es necesario hablar todos los días, ni tan siquiera todas las semanas». Algunos le hicieron caso y otros no, pero el principal líder del Partido Popular habría de extender una consigna parecida entre su tropa periférica, pues algunos hablan sólo por salir en la tele y al final acaban asustando a la gente. Dado que no hay tiempo en dos meses para que se vea el resultado de la gestión y los recortes en curso, el esfuerzo de todos debería centrarse fundamentalmente en ganar las elecciones. Porque si no se ganan, de nada sirve lo anterior.

Y las elecciones no están todavía ganadas. Las encuestas de LA RAZÓN, y todas las demás, dan una holgada diferencia de dos dígitos al PP con relación al PSOE, que se hundiría hasta en su feudo andaluz. Pero Alfredo Pérez Rubalcaba no es ningún tonto y no se va a sentar en una hamaca, como Zapatero, para ver cómo pasan las nubes. A Rubalcaba le llamaban el malvado porque en realidad lo es. Y decían que tenía un «Comando» porque en verdad lo tiene. Y con su maldad y su Comando va a llenar las calles protestando contra los recortes de las autonomías del PP, trasladando al personal el mensaje de que el Partido Popular no paga, suprime prestaciones, cierra empresas, aumenta el paro, liquidará la Sanidad y privatizará la educación. Mentira evidente, pero ya sabemos que cuando se calumnia «siempre algo queda». Y a eso se están dedicando con ahínco los liberados, los indignados y el clan de la ceja en general. Saben que no hay otra. O crispan la calle y polarizan la situación para aglutinar en torno a Rubalcaba el voto de la izquierda, o se estancan por debajo de los cien escaños, algo inaudito.

De manera que sí, está bien esta felicidad que lleva a la familia pepera a retratarse cada día como si ya hubiesen ganado las elecciones, pero no estaría de más que empezaran a templar la euforia. Aunque se gane por mayoría absoluta, levantar el país no va a ser tarea fácil. Y que se hiciera una vez no garantiza que se pueda hacer siempre.


La Razón – Opinión

Gobierno. Cerrado por defunción. Por Emilio Campmany

Esta especie de latigazo calvinista que sacude nuestras católicas conciencias se ha extendido también al Gobierno. A ver si este PSOE de Zapatero, creyéndose anticlerical, va a resultar que no pasa de protestante.

En este mundo que entre todos hemos levantado, es de mal gusto morirse. Irse para el otro barrio es algo tan feo y zafio que hay que esconderlo, no mentarlo y, en última instancia, hacer como si no hubiera ocurrido. Si lo piensan, hasta cierto punto la ley de eutanasia tiene como principal finalidad esa, la de facilitar a los familiares el disimulo del óbito a través del piadoso recurso de adelantarlo. Por eso ya no se ve en las puertas de nuestras tiendas, por muy familiarmente que estén gestionadas, aquel “cerrado por defunción” que en mi infancia me sobrecogía. Ahora, se muera quien se muera, la tienda tiene que seguir abierta cueste lo que cueste.

Esta especie de latigazo calvinista que sacude nuestras católicas conciencias se ha extendido también al Gobierno. A ver si este PSOE de Zapatero, creyéndose anticlerical, va a resultar que no pasa de protestante. El caso es que, a pesar de haber finado el máximo responsable del tenderete gubernamental, allí nadie pone el “cerrado por defunción”. Y así pasa que no paran de cambiar el escaparate, adquirir nuevo género y rebajar el viejo, y no se sabe quién es el responsable, si el factor, el contable o el mancebo.


La ministra de Economía, sin ir más lejos, se ha acostumbrado tanto a estar y no ser que el gesto de la cara se le ha transformado en una mueca permanente mitad fúnebre mitad cínica que recuerda a las de las estatuas de cera. Unas veces contesta una cosa y otras, otra, pero siempre con la misma cara de transida por el placer de verse ministra de lo que sea. El caso es que la buena señora está como esos prolijos escritores que no tienen tiempo de leer lo que les redactan sus negros y se sorprenden gratamente de ver lo mucho que saben cuando se asoman a lo que se supone que un día escribieron. Sólo que a ella eso le pasa con las medidas que toma, que el lunes niega que vaya a hacer nada, el miércoles reconoce que no sabe lo que hará y el viernes, tras el Consejo de Ministros, se congratula y felicita de haberlas tomado.

Pero el caso es que alguien en La Moncloa, no sabemos quién, acaba mandando al BOE las medidas y allí terminan por publicarlas. La mano que mece la cuna no puede ser la del muerto. Podría ser la del heredero, pero bastante tiene con conservar la legítima. Quizá sea el albacea, pero ése sabe que, hecha la partición, allí no pintará nada. Algún legatario podría estarse entrometiendo, pero vaya usted a saber quién. Lo seguro es que, sea quien sea, es el más alocado y farfullero de los gobernantes, que ni él mismo sabe la dirección en la que va. Como Zapatero, pero en anónimo. Con llegar al 20 de noviembre sin haber tenido que vender la tienda, me doy con un canto en los dientes.


Libertad Digital – Opinión

Rajoy se estrena en Twitter y calienta la precampaña. Por Federico Quevedo

El líder del PP, Mariano Rajoy, se estrenó ayer en la red social Twitter. Lo hizo en el AVE, camino de Barcelona, y solo colgó un tweet que dice así: “En el AVE llegando a Barcelona. A pesar de mi inexperiencia estreno con ilusión mi Twitter en el que cuento con todos. MR”. Fue suficiente. En una hora sumó más de 10.000 followers, lo que da una idea de la expectación que despierta a estas alturas el líder del PP, cuando ya todo el mundo da por hecho que va a ser el próximo presidente del Gobierno de España. De ahí, también, la expectación que levantó su aparición en Barcelona, una vez más, para hablar ante un nutrido grupo de empresarios a los que expuso las líneas maestras del que va a ser su programa electoral en materia económica y lo primero que hay que agradecerle al líder del PP es su sinceridad a la hora de afrontar el problema del paro y reconocer que es un asunto que va a tardar en solucionarse.

Y es que lo más importante, sin duda alguna, en este momento es reconocer el verdadero alcance de la gravedad de la situación que atraviesa este país y no solo este país. No me cansaré de repetir que vivimos una época de cambios que en algunos casos van a ser muy traumáticos, y es necesario acompasar esos cambio con reformas que va ser trascendentales en el corto y medio plazo, algunas de las cuales van a afectar, por ejemplo, a nuestro modelo territorial… Pero de esto, ya se lo adelanto, les hablaré mañana porque la ‘cuestión nacional’ merece un capítulo aparte, aunque ya les advierto que en el discurso de Rajoy de ayer al respecto me interesa mucha más que lo que dijo, lo que no dijo. Dicho eso, y volviendo al asunto que nos ocupa, fue interesante ayer ver a un Mariano Rajoy desgranando un programa político consistente, el mismo día en que la ministra Salgado, voz templada del candidato Rubalcaba, anunciaba la vuelta al ruedo tributario del Impuesto del Patrimonio, todo un ejercicio de demagogia populista dirigido a captar el voto de la izquierda más radical y con el que, definitivamente, el PSOE abandona cualquier posibilidad de recuperar votos por el centro e, incluso, el centro-izquierda, entregando al PP la representación de la inmensa mayoría natural del país.


¿Y que propuso Rajoy? Pues, básicamente, cerrar el mapa financiero, una remodelación profunda de las Administraciones Públicas, la recuperación de la Ley de Estabilidad Presupuestaria, una reforma tributaria en condiciones y un plan para los pequeños y medianos empresarios y autónomos, así como beneficios fiscales a la reinversión de beneficios. De hecho, frente a la demagogia de un impuesto que no va a servir más que para alimentar el fraude fiscal, lo que propone Rajoy son medidas fiscales que diferencien entre los beneficios reinvertidos y los beneficios repartidos, dicho de otro modo, gravas los dividendos y bonificar la inversión. El planteamiento de Mariano Rajoy es de actuar con urgencia en asuntos en los que el Gobierno ha estado mareando la perdiz durante todo este tiempo, como por ejemplo en la nueva reordenación del sistema financiero, y lo va a hacer además con un planteamiento más próximo a lo que reclaman los ciudadanos, es decir, primando la transparencia y el saneamiento sobre la recapitalización.

¿Saben cual es la diferencia entre @marianorajoy y @conRubalcaba? El segundo tiene que cargar con la herencia de un Gobierno del que él ha formado parte y que ha conducido al país a una de las peores crisis de su historia, y ahora no tiene prácticamente margen para ofrecer ninguna idea ni propuesta mínimamente creíble a los ciudadanos porque durante todo este tiempo se han dedicado a contemplar la situación creyendo que algún día amainaría el temporal y al PSOE le daría tiempo de recomponer sus naves, y no han tenido en cuenta que el país requería altura de miras y un liderazgo verdaderamente reformista. El primero, sin embargo, es verdad que va a ganar las elecciones y se va a encontrar con la peor situación que haya heredado jamás un presidente del Gobierno del Gobierno saliente –la del 96 era un paraíso comparado con esta-, y que va a tener que afrontar reformas dolorosas en medio de una notable contestación social orquestada por la izquierda que ya se está preparando para ello…

Pero también es cierto que probablemente el único político capaz de actuar con mano firme y, al mismo tiempo, con el talante necesario para ocuparse de semejante escenario, sea un Mariano Rajoy que ayer demostró una vez más que sabe por donde tiene que enfocar los problemas del país: “En estos momentos, no sería bueno para España que no hubiera un gobierno fuerte, pero tampoco sería bueno que un gobierno fuerte se creyera que, por el hecho de ser gobierno, pudiera hacer lo que estimara oportuno y conveniente. Creo que eso se puede conciliar”. Esa es la diferencia fundamental entre @marianorajoy y @conRubalcaba.


El Confidencial – Opinión

Zapatero, ¿ser humano?. Por Rafael Torres

En la que fue última sesión de control en el Senado para José Luis Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno, celebrada el martes, se produjo un fenómeno casi sobrenatural: que Pío García, el portavoz del Partido Popular, no le mirara como si le debiera dinero. Zapatero ya no era, súbitamente, el íncubo rojo y judeomasónico que tanto había afligido a la España nacional con sus leyes de la Memoria y sus matrimonios homosexuales, sino un interlocutor educado, respetuoso y atento -cosas que había sido siempre- porque venía a despedirse. La mayoría de los portavoces de los diferentes grupos le desearon lo mejor para su vida futura, e incluso el del BNG habló bien de él y le describió como un político trabajador, dialogante y honesto, pero llegado el turno de Pío García Escudero, que llevaba años atizándole con furia, confundiendo la persona con el cargo, hasta en el carnet de identidad, se hizo el silencio: Pío clavaba en el presidente la misma mirada terrible de siempre, y su expresión gestual parecía, también, la misma agresiva y retadora de tantas otras veces. Sin embargo, cuando rompió a hablar, acción que le costó un poco más que de ordinario, no brotó de sus labios una descalificación ni un insulto, sino el deseo de que, cuando deje el gobierno, le vaya bien en la vida.

Para García Escudero, Zapatero dejará en breve de ser su enemigo, lo que ya el pasado martes le convertía por anticipado en persona, en ser humano, en criatura respetable. Pero eso es terrible: la incapacidad tan pepera, pero no sólo pepera, de percibir al adversario político como eso mismo, como un simple adversario, como un antagonista político necesario, imprescindible. Lamentablemente, en España, donde tan escasa tradición democrática hay, se confunde el radicalismo (radical, de raíz) con la ferocidad, la oposición con el aborrecimiento y al adversario con el enemigo. De esto ha dado en los últimos años todo un recital Pío García Escudero, exigiéndose a sí mismo más acíbar y más intemperancia de la que seguramente le apetecía o era capaz. Hasta el martes, cuando recordó que la cortesía y la educación son grandes activos de los hombres, y vio que ese ciudadano, Zapatero, no le había hecho nada. Antes al contrario, y contraviniendo los usos de los presidentes de Gobierno, quiso restaurar con su frecuente presencia la dignidad del Senado, donde Pío García Escudero y tantos otros hacían, apartadamente, su vida.

Periodista Digital – Opinión

Al revés. Por Alfonso Ussía

Mientras en la navarra Alsasua, en la falda del puerto de Echegárate, los de Bildu vejaban al Rey, a la Bandera, a la Guardia Civil, a la Legión y al Cristo de Mena –lo que correrían los de Bildu si vieran a dos legionarios entrar en el pueblo–, la ministra Carmen Chacón, que da una de cal y otra de arena, respondía con moderada firmeza al alcalde bilduetarra de San Sebastián, que le había pedido por escrito la retirada y desmantelamiento de los acuartelamientos militares donostiarras, Loyola y «Lore-Toki».

La ministra le ha recordado al mustélido que las Fuerzas Armadas están para servir a todos los españoles, vascos incluidos, y que debe recordar a los pescadores guipuzcoanos y vizcaínos que hoy viven con sus familias gracias a los marinos de la Armada, que los rescataron de los piratas somalíes. Y ha terminado la ministra informando a Izaguirre de que no abandonará San Sebastián ni un sólo efectivo de nuestro Ejército.


La ministra ha respondido bien y con acierto, pero podía haberse ahorrado la misiva. Hay cartas que no se responden, ni se archivan ni se terminan de leer. Se hace con ellas una bolita y se introducen en una papelera. Una respuesta adecuada hubiera sido la de contenido contrario. Es decir, comunicar al logomorfo que no sólo no se iba a retirar un solo efectivo militar de San Sebastián, sino que aprovechando las formidables instalaciones que el Ejército allí tiene, se estaba estudiando la posibilidad de incrementarlos. Esta gente de Bildu, como sus compañeros de Alsasua, ante la presencia de un batallón desarmado de la Legión, son carne de fuga por las cloacas. Nunca he entendido la medida y prudencia que los diferentes ministros de Defensa, centristas, socialistas y populares, han tenido con la presencia de nuestras Fuerzas Armadas en las Vascongadas. San Sebastián es como Sevilla, Bilbao como Cádiz y Pasajes como Cartagena.

Igual de españolas. A nadie hay que darle explicaciones si se decide incrementar la presencia de nuestras Fuerzas Armadas –sus Fuerzas Armadas–, en los territorios vascos. Si se envían los caballos purasangre de «Lore-Toki» a la montañesa Ibio, en aquel extenso establecimiento cabe a la perfección una brigada de Caballería acorazada. Y en Loyola, se puede sacar más juego del espacio disponible. Si al alcalde bilduetarra de San Sebastián le molesta la presencia de nuestros soldados en la capital guipuzcoana, se le envía una cajita con sobrecitos de tila. Y cuando se le terminen, otro.

Los contribuyentes estamos hasta el gorro de pagar con nuestro dinero los dispendios y subvenciones de este Gobierno, pero a los sobres de tila, me apunto de inmediato.
Dando por hecho que la independencia de Vasconia y de Cataluña son empresas románticas, utópicas e imposibles, el ministerio de Defensa debe actuar con la misma naturalidad y normalidad que lo hace en el resto de España. El clima de San Sebastián es más saludable que el de Ronda para adiestrar e instruir a los nuevos legionarios. Una temperatura siempre agradable ayuda al esfuerzo de la instrucción. Y nada más sugerente para un legionario que un buen chapuzón en Ondarreta después de cumplir con su deber.


La Razón – Opinión

Patrimonio. Evitar el siniestro total. Por Cristina Losada

El “impuesto a los ricos”, que así y no por azar se presenta en sociedad, quiere instalar el discurso en los tópicos que gustan a la izquierda. Que le gustan aunque nada tengan que ver con la realidad ni con su realidad.

El candidato ha ganado, como no podía ser de otra manera, y el Gobierno se dispone a recuperar el Impuesto sobre el Patrimonio en un intento a la desesperada. Y no por equilibrar las cuentas públicas, sino por restaurar una alianza fracturada. La alianza tácita que ha unido al PSOE y al conjunto de la izquierda en los pasados años. El logro del fenecido presidente, quizás el único, consistió en aglutinar en torno suyo a esa comunidad sentimental y concentrar su voto. Pero la izquierda es más amplia que sus partidos, no siempre acepta al PSOE como pastor del rebaño, y ahora se considera traicionada. El hechizo se ha roto. La economía, lo real, ha podido con la ficción tras larga y cruenta batalla. Pero los socialistas entienden que sólo lo ficticio les permitirá recuperar el favor de los desencantados.

El "impuesto a los ricos", que así y no por azar se presenta en sociedad, quiere instalar el discurso en los tópicos que gustan a la izquierda. Que le gustan aunque nada tengan que ver con la realidad ni con su realidad, es decir, con la izquierda tal como es realmente. Pero quienes ya no llevan un mapa del mundo en el bolsillo, cifran sus aspiraciones en el ámbito simbólico. Y, cuidado, que no es poco. La retórica importa. Así, resulta indiferente que el tributo vaya a recaudar poco y que las grandes fortunas continúen disponiendo de vías para pagar menos, alguna de ellas ingeniada en tiempos de González. Importa que se proclame que los ricos van a pagar más. Eso es todo. No cuenta la racionalidad económica de la medida, sino su capacidad para satisfacer sentimientos.

El efecto electoral de esta representación que ha dirigido el candidato, tras echar de un codazo a quien nominalmente aún conserva la batuta, parece incierto. Lo cierto es que Rubalcaba recurre a las mismas armas que Zapatero, pero sin ser él y una vez que la demagogia, ese rancho para un público infantilizado, se ha desgastado por exceso de uso. Agrupar otra vez a la izquierda no va ser cosa de un impuesto ni de dos. Incluso el sector propenso a salir a la calle contra el PP por una u otra causa, carece de fuelle y se desvanece esa traca final del infantilismo que fueron los indignantes. Sí, puede resucitar, pero será después. Entretanto, alguien tiene que pagar para que el Skoda del PSOE evite el siniestro total.


Libertad Digital – Opinión

Un rumbo y el contrario

La reforma laboral y el impuesto de patrimonio son vaivenes que dañan a los socialistas.

El Congreso de los Diputados convalidó ayer el decreto de reforma del mercado laboral aprobado por el Gobierno el 26 de agosto. La abstención del Partido Popular permitió al grupo socialista rechazar la condición de los nacionalistas catalanes de CiU, quienes exigían a cambio de su voto favorable una reforma de la regulación de la negociación colectiva para que prevalecieran los convenios autonómicos. Sorprende que CiU pasara con tanta rapidez del agravio homérico en unos asuntos al rasante chalaneo político en otros.

El decreto ahora convalidado supone la rectificación de una decisión adoptada por el propio Gobierno en 2006, por la que se fijó un plazo máximo de dos años para encadenar contratos temporales. El argumento empleado entonces fue la necesidad de combatir la precariedad; el esgrimido ahora es la de reducir el desempleo. Y aunque el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, insistió en distinguir la temporalidad de la precariedad, lo cierto es que, con la convalidación del decreto, el Gobierno ha hecho un viaje de ida y vuelta que pone una vez más en cuestión su capacidad para gestionar la crisis.


No es la única materia en la que el Gobierno da muestras de mantenerse resignadamente a la espera, ensayando con desgana un rumbo cualquiera y el contrario, como con la reforma laboral. No es difícil asumir que España necesita cuadrar las cuentas, y que en un mundo en crisis y por razones de equidad evidentes resulta conveniente que contribuyan más los que más tienen. Pero la reactivación del impuesto sobre el patrimonio se ha convertido esta semana en una sucesión de mensajes distintos e imprecisos, cuando no contradictorios, entre distintos miembros del Gobierno y del equipo del candidato socialista. Como en el caso de la contratación temporal, el mismo Gobierno que anuncia una cosa un día, la modifica al siguiente. Más que mejorar las expectativas del Partido Socialista, estos vaivenes solo contribuyen a desmoralizar aún más a sus potenciales votantes.

No iba a resultar fácil en ningún caso gestionar una sucesión como la que diseñó Rodríguez Zapatero. Pero a las dificultades intrínsecas del plan se está sumando una creciente torpeza en su ejecución. Los traspiés de esta semana no contribuyen al objetivo inicial del candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, de potenciar su credibilidad impulsando la recuperación del impuesto de patrimonio.


El País – Editorial

Justicia pendiente

La más que probable última apertura de Año Judicial bajo la actual administración socialista permite un análisis con perspectiva sobre la evolución de la Justicia en estas dos legislaturas. Inmersos en un debate endémico sobre la modernización de las estructuras y la despolitización del aparato judicial, la realidad es que los gobiernos del PSOE no han mejorado el funcionamiento de la administración de Justicia ni la confianza de los ciudadanos en un sistema cuestionado. Tras ocho años de mandato de la izquierda, la Justicia se ha desgastado en polémicas estériles y en guerras que no eran suyas, mientras se sometía a una instrumentalización política indeseable que la desgastaba. Más allá de la capacidad y la profesionalidad de la mayoría de jueces, fiscales y demás personal que sostienen el edificio judicial, la opinión pública otorga hoy su peor valoración a este Poder del Estado. Una encuesta reciente del Consejo General de la Abogacía Española era concluyente. Nueve de cada diez españoles entienden que es el momento de acometer una «gran reforma de la Justicia», a través de un pacto de Estado. En este último año ese desapego de los ciudadanos ha corrido en paralelo a la desafección hacia los políticos. En buena media porque el principal pero ha sido su politización. También porque algunos gobiernos o instituciones han demostrado un escaso respeto por los tribunales, con actitudes de desobediencia insólitas. La insumisión de la Generalitat frente a los autos sobre la libertad lingüística y los titubeos de los mismos tribunales frente a esa actitud han debilitado una imagen ya mermada. Ello explica que el 76% de los españoles crea hoy que en la práctica la sentencia es papel mojado. En este sentido, las palabras de Carlos Dívar, presidente del Supremo, en la apertura del Año Judicial, en las que aseveró que «las decisiones judiciales deben ser respetadas por las instituciones», no hacen sino poner de manifiesto la anormalidad democrática de ignorar a los tribunales y la complacencia que rige para una determinada clase de políticos. Dos varas de medir suponen agravio y no mejoran la impresión ciudadana.Tampoco lo hace que se perturbe la naturaleza de la organización judicial. El Tribunal Constitucional se ha convertido en un problema por sus pendencias con el Supremo. La legalización de Bildu supuso el cénit de la deslegitimación del TC, decidido a atropellar el espíritu constitucional y a degenerar en tribunal de casación frente al Supremo. Sin duda, el Constitucional, al igual que otros órganos como el Consejo General del Poder Judicial o la propia Fiscalía General del Estado, han sufrido un retroceso en credibilidad por la injerencia creciente de la clase política. La Justicia tiene una catarsis pendiente que debe contemplar desde su modernización y dotación hasta el blindaje de una independencia real y no retórica que acabe con la imagen de los órganos judiciales convertidos en rehenes de la aritmética parlamentaria. El PP tendrá la obligación de promover una reforma, preferiblemente pactada, que permita a la Justicia cumplir con lo que los ciudadanos necesitan y esperan.

La Razón – Editorial

Por el buen camino

A la intervención de los bancos centrales deben seguirle otras medidas reactivadoras.

La intervención coordinada de los principales bancos centrales occidentales para ofrecer liquidez indiscriminada en dólares a la banca europea hasta final de año tuvo ayer un éxito fulgurante en los mercados de valores y de deuda. No ha sido una medida acertada solo por sus efectos inmediatos, sino porque constituye un elemento clave del paquete de medidas de flexibilidad que debieran aplicarse en esta fase agravada e internacionalizada de la crisis de la deuda soberana europea y frente a los claros riesgos de estancamiento. Aunque también su éxito ha subrayado su perentoria necesidad: las dos anteriores intervenciones de este tipo se realizaron el pasado febrero y tras el estallido de Lehman, que cumplió ayer tres años.

La urgencia de este apoyo se ha justificado oficialmente en la estacionalidad: en el último tramo del año se concentra la necesidad de liquidez en dólares, que el BCE no puede facilitar directamente. En realidad, si eso es así, es porque la banca europea está muy expuesta a la financiación en la divisa norteamericana, y tiene compromisos con la de EE UU por cerca de medio billón de euros.


Pero si se arbitra un mecanismo extraordinario de financiación es porque los ordinarios están obturados. En efecto, las restricciones crediticias del momento responden en buena parte a la angostura del mercado interbancario -los préstamos mutuos entre bancos- por el deterioro de la confianza de prestamistas a prestatarios. De nuevo aquí repercute la lentitud institucional en la resolución del problema griego: la confianza en la banca europea se erosiona en buena medida por su tenencia de bonos de sus propios países. De modo que la incertidumbre sobre la solución final al problema de la deuda revierte contra ella.

La intervención supone además una bofetada a los halcones del BCE y de los bancos centrales alemán y holandés, que vienen protestando por la barra de liquidez en euros renovada desde Fráncfort, por la compra de bonos públicos y por todo lo que no sea subir los tipos, lo justifique o no la inflación. Es en este sentido, un buen epitafio político para su ex economista jefe Jürgen Stark, cuya huida en pleno drama agravó la crisis. Y un anuncio a las agencias de calificación, que acababan de degradar la nota a la banca francesa, de que sus opiniones pueden caer cada vez más en saco roto.

Quedan otros ejercicios pendientes, como la reducción de los tipos de interés y la orquestación de fuertes estímulos fiscales a la reactivación, notablemente en los países que tienen mayor margen, al disponer de finanzas más saneadas. Pendientes, al menos, si se toman en serio las previsiones económicas para este ejercicio divulgadas ayer por la Comisión. Y que concretan con detalle las realizadas por la OCDE, muy similares, y las alertas del FMI: el estancamiento está a la vuelta de la esquina. Para combatirlo, ya no vale solo con la ortodoxia presupuestaria y las cruzadas pro austeridad.


El País – Editorial

Socialismo, o la envidia

¿Por qué el Gobierno recupera el Impuesto de Patrimonio? Porque necesita explotar los instintos más bajos de sus votantes para intentar aliviar el golpe que prevén que se acabará dando en las próximas elecciones.

No existe ningún argumento racional para recuperar el Impuesto de Patrimonio. No supone unos ingresos extra demasiado notables para las arcas del Estado: sólo 1.080 millones, un 0,1% del PIB. Por comparar, este Gobierno derrochó 50.000 millones en el primer Plan E. Es un tributo injusto, pues supone gravar un patrimonio conseguido a partir de unas rentas que ya pagaron impuestos en su día. Castiga el ahorro y premia al derrochador. Y no consigue su objetivo declarado de que los ricos pongan más de su parte; como el propio Gobierno reconoció cuando lo suprimió, los que de verdad tienen muchas propiedades pueden buscar una manera legal de eludirlo.

Los países europeos lo han ido erradicando y ninguno lo ha resucitado durante la presente crisis. Sólo Francia, que difícilmente puede considerarse un ejemplo a seguir en materia impositiva, lo conserva, aunque a unos tipos cinco veces inferiores a los españoles. Pero entonces, ¿por qué el Gobierno vuelve a imponerlo?

En los últimos años el Gobierno ha acumulado un déficit enorme que hay que pagar. Será necesario recaudar más impuestos de los ciudadanos y gastar menos en servicios públicos. Son los efectos de ese socialismo al que, como dijo Margaret Thatcher, siempre se le termina acabando el dinero de los demás. De modo que necesitan explotar los instintos más bajos de sus votantes para intentar aliviar el golpe que prevén que se acabarán dando en las próximas elecciones.

De ahí que Blanco y Rubalcaba se liaran y dieran cada uno cifras diferentes sobre el número de víctimas que se verán obligadas a pagar y lo que se recaudaría. Ambos saben que eso es lo de menos. Lo importante es enviar un mensaje a sus huestes. Recortaremos gastos porque nos obligan, pero en el fondo seguimos siendo socialistas. Es decir, damos carnaza al deporte nacional de la envidia. Aunque, al final, los realmente ricos no paguen el Impuesto del Patrimonio, que no lo harán.


Libertad Digital – Editorial