martes, 20 de septiembre de 2011

Como albinos en Tanzania. Por César Molinas

160.000 personas pagarán por su patrimonio. No son los más ricos: son los pecheros del siglo XXI.

El impuesto sobre el patrimonio se suspendió en 2008 tras un ágape en La Moncloa en el que Zapatero reunió a algunos de los principales empresarios del país. El presidente del Gobierno preguntó a sus invitados, uno a uno, si pagaban dicho impuesto y, uno a uno, le respondieron que no (esta anécdota me la relató uno de los asistentes). En uno de sus característicos prontos, Zapatero decidió suspender el impuesto sobre el patrimonio por su falta de equidad, puesto que los más ricos del país no lo pagaban. Y no es que hicieran fraude: no lo pagaban cumpliendo la legalidad vigente.

Un impuesto sobre el patrimonio es una anomalía en las economías occidentales. Solo existe en España y, en cierta medida, en Francia. No existe en otros países por una razón de tipo económico y otra de tipo técnico. El patrimonio es un conjunto de rentas acumuladas en el tiempo que, cuando se generaron, pagaron los impuestos correspondientes. Gravar el patrimonio es volver a gravar esas rentas, algo que la ortodoxia tributaria considera rechazable porque desincentiva el ahorro. La razón técnica es que los más ricos no son personas físicas, sino jurídicas, con lo que eluden con facilidad los impuestos cuyo sujeto pasivo son las personas físicas. En España este impuesto existe desde 1978, cuando se instauró con carácter excepcional y transitorio, conscientes los legisladores de entonces de la anomalía que representaba, porque al no pagarlo los ricos era un impuesto sobre las clases medias. En 1991 se le dio un carácter permanente, pero los ricos siguieron sin pagar porque el impuesto no cambió. Este fue el impuesto que se suspendió en 2008, por su falta de equidad, y el que el Gobierno ha decidido restaurar en 2011. ¿Significa esta restauración que los comensales del banquete de Zapatero van a comenzar a pagar el impuesto sobre el patrimonio? ¡Por supuesto que no, faltaría más! El impuesto no ha cambiado, solo se ha elevado el mínimo exento: sigue siendo un impuesto sobre las clases medias. ¿Por qué los ricos españoles no lo pagan? A la razón técnica expuesta más arriba hay que añadir otra de carácter alimenticio. Todo político en activo es un futuro expolítico. Y tendrá que comer de algo. Los verdaderamente ricos de este país dan una solución a este problema. Basta consultar la lista de consejos de administración, asesorías y consultorías de las principales empresas y sociedades patrimoniales de este país -y también algunas del extranjero- para que sea inevitable exclamar: ¡Ah, claro! Como dicen en mi tierra, "una mano lava la otra y las dos lavan la cara".


Dice el catecismo que mentir es decir lo contrario de lo que se piensa o cree, con intención de engañar. ¿Mienten Rubalcaba y Blanco cuando dicen que "el PP intenta ahorrar esfuerzos a los patrimonios más grandes", o que "no es justo recortar la educación sin pedir un esfuerzo a los que más tienen"? Si se les supone un cociente de inteligencia superior a la temperatura ambiente, y creo que eso hay que hacerlo, hay que concluir que sí. Mienten bellacamente. Yo no sé qué extraña ofuscación ha llevado al PSOE a diseñar su campaña electoral alrededor de una mentira tan palmaria. No sé por qué creen los socialistas que el tirón electoral de sus mentirosos (Rubalcaba y Blanco, por ejemplo) será similar al de los del PP (por ejemplo, Camps). Lo que sí sé es que el tema central de la campaña es un insulto a la inteligencia. Cuando Rubalcaba y Blanco dicen que hay que reinstaurar el impuesto sobre el patrimonio (menos de 1.000 millones de euros anuales) para no tener que recortar la educación o la sanidad, ¿por qué no proponen, para cuadrar el déficit y como alternativa al impuesto, cerrar instituciones inútiles que solo sirven para dar de comer a políticos y a sus enchufados? Ejemplos: las televisiones públicas (1.300 millones de euros), las Diputaciones (5.000 millones de euros) y -¿por qué no?- el Senado (¡Oiga, que se tendría que cambiar la Constitución! ¡Anda ya!).

Alrededor de 160.000 personas, según cálculos de no se sabe quién del Gobierno, pagarán el impuesto restaurado. No son, ni de lejos, los más ricos: son los pecheros del siglo XXI. No les bastará con pagar. Han sido tomados como rehenes de una estrategia electoral que, a la desesperada, les está acusando ya de insolidaridad y les acabará acusando de ser los últimos responsables de la crisis que asuela el país. Pueden acabar siendo el chivo expiatorio que oculte la enorme responsabilidad del Gobierno saliente por su frívola gestión de la crisis. Como albinos en Tanzania se van a tener que esconder, o pintarse la cara de otro color. La restauración del impuesto sobre el patrimonio responde, en mi opinión, a mucho más que a un intento de colocar al PP en una posición incómoda cuando se vote el decreto ley en el Congreso. En 2004, el PSOE ganó unas elecciones que parecían perdidas de antemano por un movimiento súbito de la opinión pública contrario a la gestión que el PP había hecho de los atentados de Madrid. ¿Podría un movimiento similar -espontáneo, por supuesto- contrario a los pobres ricos albinos y a quienes les protegen, provocar un resultado similar en las elecciones de 2011? Yo creo que no, pero bien pudiera haber quien opinara que sí.


El País – Opinión

Keynesianos. Una economía desangrada. Por Ignacio Moncada

Los keynesianos actúan como esas viejas tribus en las que, cuando la enfermedad asolaba el poblado, no recurrían al médico, sino al brujo. En lugar de analizar la causa de la afección y tratar de corregirla, se conforman con la danza tribal de un chaman.

Siento debilidad por los humoristas involuntarios, esas voluntariosas voces públicas que se esfuerzan en defender con una argumentación sólida sus ideas, pero que terminan cayendo en el absurdo. Uno de mis favoritos es Paul Krugman, el paladín del pensamiento keynesiano que dijo que un ataque alienígena nos sacaría de la crisis. No sólo representa a la perfección tan dañina ideología, sino que además no duda en rozar el ridículo cuando la realidad invalida sus tesis. Krugman afirma esta semana en The New York Times que moderar el gasto público en estos momentos es tan absurdo como la antigua práctica médica de la sangría, que consistía en sacarle sangre al paciente para así eliminarle los "malos humores". Tiene su gracia, porque yo mismo propuse un paralelismo semejante en una columna anterior, aunque en sentido contrario. Afirmé que los keynesianos actúan como esas viejas tribus en las que, cuando la enfermedad asolaba el poblado, no recurrían al médico, sino al brujo. En lugar de analizar la causa de la afección y tratar de corregirla, se conforman con la danza tribal de un chaman. En nuestro caso, la de un banquero central.

Ambas metáforas se apoyan en la misma base: no conocer las causas de los problemas. Tanto las sangrías como las danzas de chamanes como método curativo no se basaban en el análisis de las causas de la enfermedad, sino en creencias infundadas, en teorías populares. Lo mismo sucede en economía. Los fieles seguidores de Lord Keynes, como Krugman, jamás hablan de las causas de la crisis, sino que se lían con las consecuencias. Escriben sobre la sequía crediticia, sobre la caída de la demanda, sobre Lehman Brothers o sobre grandes bancos, pero son incapaces de detectar el origen de los problemas. Y tiene lógica, porque la crisis es un monstruo que los keynesianos alimentaron. Ahí está, como expuesto en un escaparate de la infamia, aquel artículo en el que el propio Paul Krugman exigía a la Reserva Federal la creación de una gigantesca burbuja inmobiliaria para solucionar la recesión anterior.

Las crisis económicas, aunque los keynesianos las consideren inexplicables maldiciones que vienen del cielo, tienen una causa real y perfectamente solucionable. Suceden porque, tras un periodo de expansión monetaria en la que se han inoculado burbujas económicas, la estructura productiva queda distorsionada. Muchas inversiones en factores productivos y empresas en funcionamiento están orientadas a producir una serie de productos que la sociedad realmente no necesita, pero que durante la burbuja encontraban una demanda artificial. En la crisis actual, tenemos una estructura productiva destinada a producir demasiadas casas, edificios e infraestructuras, y teníamos un sistema financiero que había comprometido mucho dinero en préstamos a este tipo de inversiones.

Los keynesianos dicen que, por algún motivo desconocido, el problema es que falta demanda y que hay que estimularla. Pero eso es absurdo. No hay que tratar de mantener inflada la burbuja de la construcción, como se hizo con los diversos planes E, sino permitir que la estructura productiva se reconvierta para producir los bienes realmente demandados por la sociedad. El problema es que la medicina ritual keynesiana, basada en gasto público, inyecciones monetarias y bajos tipos de interés, trata de impedir esta reestructuración. Al igual que en el caso de las sangrías, el desconocimiento de las causas que originan el problema lleva a aplicar la terapia inadecuada. Al final se termina con un paciente cada vez más débil cubierto de incisiones y sanguijuelas que le chupan la sangre. Y si se insiste en el método, el paciente, que en nuestro caso es la economía, se desangrará hasta la muerte.


Libertad Digital – Opinión

Carma sin Karma. Por Martin Prieto

Sus jefes de Prensa aburrían a las redacciones exigiendo que escribiéramos Carma. Casi lo logró y, además, cada uno se llama como quiere. En el velorio de Gabriel Cisneros, áquel chico de la derecha que llegó a padre de la Constitución, vagaba por el Congreso sorbiendo mocos como una María de Magdala y más que una socialista en la cucaña parecía un ser humano normal. En Vivienda no pudo hacer nada y sólo se publicitó presentando un plan de irás y no volverás en la puerta de La Moncloa y con ZP haciendo de palmero de su ahijada. En Defensa no ha roto nada porque el elefante no se deja, pero tiene todas las carpetas abiertas por falta de ideas o dinero. Redactó un código de conducta muy celebrado para que los soldados españoles no asesinen a civiles. Se quedó en My Lay. Pero ese toque femenino de Cyrano de Bergerac, esas ojeras desvalidas, la llevaron a verse con posibilidades de gobernar España. Es bueno que su currículo tenga estudios en Quebec, suponiendo que comprobó que la cultura francesa no quiere independizarse de Canadá. Debió ir con una beca «Orgasmus», de ésas para folgar, y no entendió la vacuidad del grito de De Gaulle. La damita, cuyo logro en la legislatura fue casarse con Miguel Barroso, monje negro de Zapatero, se ha puesto a gritar en Cataluña de la mano de su verdugo Rubalcaba, ofendiendo a togas y políticos, recurriendo a los socorridos anticatalanes, embromando con mal gusto a Cospedal y su dieta o ignorando tonante la quiebra en Toledo. La muchachita revestida de grosera, de furia, de petrolera en la Comuna, de verdulera airada. De aquella vocecita a arengar la Legión. Necesita la India inmersión en sánscrito y regenerar karma. ¡¿Y ésta era nuestra yegua blanca!?

La Razón – Opinión

Gasto público. El despilfarro como delito. Por Guillermo Dupuy

Me llama la atención que los tribunales puedan declarar pródigo e incapacitar a un ciudadano cuando despilfarra su dinero y, sin embargo, no se pueda hacer lo mismo con los adictos al endeudamiento que nos gobiernan y que lo que dilapidan es dinero ajeno.

La Defensora del Pueblo en funciones, María Luisa Cava del Llano, ha propuesto hace unos días en el Congreso la inclusión del despilfarro público como delito en el código penal. Ciertamente, destaca la responsabilidad penal a la que están sujetos los administradores de empresas privadas frente a la absoluta impunidad que gozan nuestros políticos o los administradores de las empresas públicas. Es más, a mí siempre me ha llamado la atención el hecho de que el ordenamiento jurídico contemple la posibilidad de declarar pródigo e incapacitar a un ciudadano cuando clamorosamente despilfarra su propio dinero y, sin embargo, no se pueda hacer lo mismo con los adictos al endeudamiento que nos gobiernan y que lo que dilapidan es dinero ajeno.

Con todo, y por mucho que comparta la indignación ciudadana de la que se ha hecho eco la Defensora del Pueblo, el problema que encierra su propuesta de proceder penalmente contra los gobernantes manirrotos es delimitar y concretar qué entendemos por "despilfarro público". Somos muchos, por ejemplo, los que hemos considerado como un despilfarro del dinero del contribuyente, no una determinada actuación, sino la existencia misma del ministerio de Igual da, o el ministerio de la Vivienda. La existencia misma de la institución del Defensor del Pueblo -no digamos ya nada si tenemos en cuenta que hay además uno por cada autonomía- o la existencia de televisiones estatales y autonómicas a cargo del contribuyente, es vista por muchos como ejemplo de despilfarro del dinero del contribuyente. Como liberal veo pocas cosas en el Estado y en la administración pública que no me lo parezcan.


Cosa distinta, y mucho menos discutible, debería ser la existencia de déficits ocultos, que sí debería estar tipificado como delito, así como debería existir una legislación que, al margen de las mayorías transitorias, estableciera la obligación constitucional del equilibrio presupuestario y limitaciones muy severas al endeudamiento público. Como ya he indicado en otras ocasiones, el déficit público no es sólo una rémora para la recuperación económica sino una apropiación indebida de recursos de legislaturas venideras que burla las limitaciones temporales que la democracia impone a los gobernantes de turno.

Desgraciadamente, la reciente reforma constitucional que supuestamente pretende imponer límites al déficit y endeudamiento público es, en realidad, una monumental estafa política que refuerza la ya indeseable cobertura legal que tenían los gobernantes para gastar más de lo que recaudan. Y es que, al no concretar esa supuesta limitación, al adelantar que se cuantificará mediante una legislación que no requerirá para su aprobación y derogación de mayorías cualificadas y al admitir excepciones cuando el gobierno de turno así lo considere justificado, la citada reforma, lejos de ser un imperativo constitucional con pretensión de permanencia y de obligado cumplimiento para las mayorías transitorias, constituye un auténtico acto de hipocresía política. Los gobernantes podrán considerar justificado incurrir en déficit con la misma discrecionalidad con la que han considerado justificado cualquiera de sus despilfarros. Me temo que esta estafa y este "homenaje que el vicio rinde a la virtud" –tal y como definía La Rochefoucauld a la hipocresía- tampoco pueda ser, como el despilfarro, tipificado como delito. Lo que me preocupa es que ni siquiera sea visto como hipocresía.


Libertad Digital – Opinión

Faisán versus faisán. Por Ely del Valle

Hoy la Audiencia Nacional decidirá si las plumas del Faisán colorean hacia la revelación de secretos o si su tonalidad apunta a la colaboración con banda armada, que es incluso peor siendo muy malo lo anterior. Lo que determine la Sala de lo Penal no es tontería y de ello va a depender que los procesados pasen a dar explicaciones ante un tribunal ordinario o que tengan que comparecer ante esa misma Audiencia Nacional por la que pasearon Usabiaga y su «pandi» la semana pasada, a costa de dejar a la madre del primero huérfana de los cuidados filiales que tanta elasticidad de movimientos han permitido al cuerpo «borroka» de su retoño.

El «chivatazo» al aparato de extorsión de ETA irrumpe así de pleno en una precampaña electoral copada por la crisis y sus apreturas. Es precisamente esto lo que va a restarle brillo a un proceso que en otras circunstancias centraría la atención de unos ciudadanos a los que hoy les preocupa mucho más saber si la Navidad les sorprenderá con la cartilla del paro en el bolsillo del delantal.

Lo que decida la Justicia sobre el «caso Faisán» es vital porque revelará si nuestra salud democrática es esclava de la maquiavélica confusión entre fines y medios o si, por el contrario, se rige, como sería deseable, por el axioma de que quien la hace la paga.

Lástima que por culpa de la crisis el único faisán que ahora interesa a la mayoría de los votantes sea el que se rellena de pasas; ese que se ha convertido para muchos en algo tan fuera de sus posibilidades como un diamante de Bond Street.


La Razón – Opinión

Obama-ZP. Volvemos a la lucha de clases. Por Emilio J. González

En España, Zapatero y Rubalcaba han resucitado el impuesto sobre el patrimonio, y ahora Obama presenta un plan para reducir el déficit público estadounidense que tiene a los ricos en el punto de mira.

La izquierda de los países desarrollados se ha obsesionado con los ricos o, mejor dicho, con que los ricos paguen más y más impuestos, al menos sobre el papel, porque cuando llega la hora de la verdad quien tiene que asumir la carga de esa mayor presión fiscal es la clase media, que carece de medios, asesores y vehículos legales como las sicavs para eludir el pago de impuestos. En España, Zapatero y Rubalcaba han resucitado el impuesto sobre el patrimonio, y ahora Obama presenta un plan para reducir el déficit público estadounidense que tiene a los ricos en el punto de mira.

Todo esto resulta muy revelador. En primer lugar, porque demuestra que la izquierda no tiene ideas para resolver esta crisis económica, que también es de naturaleza fiscal. Obama y Zapatero se han empeñado en tirar de la chequera para tratar de relanzar la economía a golpe de gasto público. Los resultados de semejante política ya los estamos viendo: después de un primer impulso artificial a la actividad productiva, tanto Estados Unidos como España se encaminan a una nueva recesión. El gasto público, por tanto, no es la solución. Ahora, sin embargo, llega la hora de pagar las facturas de tanta alegría presupuestaria como hubo a comienzos de la crisis en los dos países, pero no hay dinero para ello. En estas circunstancias, lo que se impone es una redefinición profunda del papel del sector público en ambas naciones y acabar con todo aquel gasto que no sea estrictamente necesario, con el fin de que las cuentas vuelvan a cuadrar y la financiación del déficit no deje a las empresas sin esos recursos financieros que necesitan para sobrevivir y crear empleo. Pero como, por razones ideológicas, esta izquierda occidental ni cree en la empresa, ni está dispuesta a someter al Estado a la cura de adelgazamiento que necesita, ni tiene la menor idea de cómo sacarnos de la crisis, pues actúa conforme a su naturaleza y no se le ocurre otra cosa que freír a impuestos a todo el mundo, sin querer entender que así nos hunde más y más en la crisis.

En este contexto, tanto a Zapatero-Rubalcaba como a Obama se les ha venido a la cabeza lo de gravar más a los ricos, no porque con ello vayan a resolver los problemas presupuestarios, que no lo van a hacer, sino porque eso de alimentar la lucha de clases es bien recibido por ciertos sectores radicales de la sociedad. No es casualidad, además, que ambos mandatarios hayan puesto el punto de mira fiscal en los ricos. La popularidad y las perspectivas electorales del PSOE son tan malas como las posibilidades de que Obama pueda salir reelegido en las presidenciales de noviembre de 2012. Así es que, como la necesidad de votos aprieta, lo poco que pudieran saber de economía estos personajes lo han dejado arrinconado para caer en la más burda de las demagogias. Todo vale con tal de ganar las elecciones. Lo malo es que, en materia fiscal, el ciudadano estadounidense es muy sensible y, por estos pagos, el españolito de a pie ya sabe que cuanto más dure el PSOE en el poder, peor lo va a pasar él.


Libertad Digital – Opinión

Un político previsible. Por José Antonio Vera

Mariano Rajoy es un político previsible, de esos que pocas veces sorprenden porque intenta mantener una línea de coherencia. Justo lo contrario que Zapatero, hombre de vaivenes que nunca sabe uno por dónde puede salir. Por eso en su libro «En confianza» aporta bastante sobre su vida pretérita, pero poco sobre el imprevisible futuro, siempre sujeto a especulación.

Anoche Rajoy se dio un auténtico baño de masas en el Intercontinental durante la presentación del libro que le edita Planeta. Arropado por Aznar y el núcleo duro de su partido, se respiró como nunca el ambiente de victoria y optimismo para una situación general que es tremendamente pesimista. Aclamado como presidente, Rajoy va desgranando las líneas de lo que deberá ser su modus operandi en Moncloa. En política, recuperación del consenso y disposición a implicar a los nacionalistas en la gobernación de España. En economía, rebajar cinco puntos los impuestos a las pymes, cambiar la legislación para que no se pague el IVA hasta que no se cobre la factura y reforma fiscal para incentivar al empleo. En lo institucional, regeneración democrática sobre la base de un compromiso anticorrupción.

Rajoy lleva toda la vida en política sin que se le haya podido hacer el más mínimo reproche en ese sentido. Nadie mejor que él para encarar el esfuerzo regenerador que ahora se exige y sobre el que se ha de construir la recuperación.

El todo Madrid reconoció ayer a Rajoy como futuro presidente. Él agradece los elogios, incluso de los que otrora le criticaban, aunque sabe que su peor aliado en este momento de adulaciones es la euforia.


La Razón – Opinión

Otegi. Los publicistas de Bildu. Por Cristina Losada

“La condena a Otegi complica el proceso para un futuro sin ETA”. Y los jueces, insensibles al benéfico objetivo, deciden frustrar el happy end. Ya se asombraba el estadista González de que nadie les dijera lo que tienen que hacer..

¡Tan bien como nos iba y vienen unos jueces a cortar el rollo! El tribunal cortante ha sido una sala de la Audiencia Nacional. Su impertinencia ha consistido en condenar a Otegi y a Díez Usabiaga a diez años de cárcel. La idílica situación que esa sentencia "complica" es un proceso en el cual los terroristas se abstienen de matar mientras les parezca conveniente y reintroducen a sus peones, tras somero lavado de cara, en instituciones que dotan de poder y presupuesto. Ah, no, exclaman buenistas y oportunistas, aquello que la condena pone en peligro es la feliz conversión a la democracia del entorno terrorista y la ansiada desaparición de la banda. En titular de periódico: "La condena a Otegi complica el proceso para un futuro sin ETA". Y los jueces, insensibles al benéfico objetivo, deciden frustrar el happy end. Ya se asombraba el estadista González de que nadie les dijera lo que tienen que hacer.

Siempre a vueltas con las sentencias y siempre idéntica confusión. Criticar un fallo es legítimo. Pero no estamos en el caso. Nadie sostiene que los acusados fueran inocentes. Se censura a los magistrados por juzgar sus actos en lugar de juzgar el contexto: "la realidad que vive Euskadi". Por interferir en la política, dueña y señora a la que han de consultar antes de pronunciarse. Su yerro imperdonable ha sido establecer que Otegi y el resto seguían una estrategia urdida por la banda. A quién se le ocurre. Atenerse a los hechos es una obsesión malsana. Lo que tenían que hacer -¡y nadie se lo dijo!- era arrojar las pruebas a la papelera, celebrar la ausencia de atentados y agradecer a los procesados su contribución a la paz antes de hacer la suya, que era absolverlos. Díganlo de una vez: la independencia judicial está de sobra.

El lendakari López entiende a quienes se sientan molestos por la condena a los pacifistas, pero su comprensión tiene límites: no quiere regalarles la aureola de víctimas. Barrunta que eso aumentaría el caudal de votos de Bildu. El problema de López y de su partido reside en que los agentes publicitarios del avatar batasuno han sido ellos. Los socialistas le han hecho la campaña desde el instante en que vincularon el fin de ETA al éxito de su nueva franquicia. Sólo desde el doblepensar orwelliano se puede coronar a Bildu como reina de la paz y lamentar después los efectos electorales de tal política.


Libertad Digital – Opinión

Otro día de la madre. Por Alfonso Ussía

Repito lo que nos dijo, en su día, a sus diez hijos, nuestra madre. «Soy vuestra madre menos el Día de la Madre». El Día de la Madre se lo trajo de los almacenes «El Encanto» de La Habana Pepín Fernández, fundador de «Galerías Preciados», y su idea la desarrolló con enorme éxito su principal competidor, Ramón Areces, desde «El Corte Inglés». Hoy es una costumbre establecida y celebrada, y podría darse que en el futuro fuera declarada Fiesta Nacional. Ignoro la fecha actual de celebración del Día de la Madre, pero propongo que el 19 de septiembre se designe, a partir del presente año, «El Otro Día de la Madre», en homenaje a la de Rafael Díez Usabiaga.

Escribo con antelación a la comparecencia ante el juez del mencionado dirigente proetarra. Disfrutaba de unas maternales, o filiales, vacaciones en libertad gracias a la bondad infinita del juez Baltasar Garzón, que lo puso en la calle para que atendiera a su madre, que a decir verdad, ya estaba atendidísima. Pero ha sido condenado a otros diez años de prisión y, por lógica, su destino inmediato es la cárcel. Se me desgarra el corazón y ahoga el ánimo.


La verdad es que Usabiaga no le ha hecho excesivo caso a su madre, coartada de su libertad, desde que abandonó la prisión de la mano de don Baltasar. Vive al cuidado de dos hijas, y pasea todas las mañanas y tardes por las calles de su localidad. El propio Usabiaga ha reconocido que no visitaba en demasía a su hacedora porque estaba en otras cosas, nada recomendables para los hijos. Usabiaga, como Otegui, y previamente De Juana Chaos, Urruticoechea o «Ternera» y demás delincuentes comunes de probada afición terrorista, recibió un trato amable y político por parte de determinados jueces y magistrados proclives a obedecer las órdenes del Gobierno de Zapatero. Eso, «el ambiente propicio para alcanzar la paz», que dicen los idiotas, cuando el único ambiente propicio para alcanzar la paz es el que podrá disfrutarse cuando la ETA sea definitivamente derrotada. Y aquí sale la santa figura de la madre, que no tiene culpa de nada, aunque sí una elevada responsabilidad en la educación y formación de su hijo, que le ha salido rana total. Se suponía que, aprovechando su puesta en libertad, Usabiaga atendería con más cuidado y asiduidad a su madre, pero éste no se ha portado como un hijo modélico. Se ha reunido más veces con la ETA que con la madre, y la pobre mujer lo ha tenido que pasar fatal. Para la atención que precisa la madre, que ingrese Usabiaga en prisión o permanezca en libertad carece de importancia porque el caso que le hará será el mismo, es decir, ninguno. El daño es más moral que práctico. La sociedad vasca se fortalece desde el matriarcado, y un vasco que no se preocupe de su madre merece ser expulsado inmediatamente del espacio de influencia de Sabino Arana, el inventor de la farsa. Me satisface saber que el ingreso en prisión de Usabiaga no le va a afectar en absoluto a su madre. Me satisface y me consuela. Y propongo a las firmas de grandes superficies del País Vasco la creación del «Otro Día de la Madre», con la sola finalidad de que los proetarras, batasunos, bateragunos, las feas, los sortus y los bildus puedan celebrar algo cercano a la sensibilidad humana y familiar. Pero con el niño en la cárcel, que es su sitio.

La Razón – Opinión

Crisis. Travesía del desierto. Por Jaime de Piniés

¿Qué pasará si nos sorprende una nueva tormenta financiera con una España inmersa en un proceso electoral e inhabilitada para tomar decisiones acordes? Pronto lo veremos porque el panorama apunta directamente en esa dirección.

La pasada semana dos acontecimientos internacionales contrapuestos tuvieron lugar, afectando la capacidad de respuesta a cualquier nueva ronda de crisis financiera en la zona euro. El primer acontecimiento ha sido la reunión entre los bancos centrales más importantes de occidente que vienen a respaldar la actuación del BCE en su defensa de los bonos italianos y españoles. Esta es una medida positiva. El segundo acontecimiento es el encuentro entre las autoridades financieras europeas en Wroclaw, Polonia, con la presencia de Geithner, Secretario del Tesoro estadounidense, acontecimiento que debe verse netamente negativo pues deja en evidencia lo distantes y divididos que están los europeos.

La primera medida fue un bálsamo para los mercados que vieron en la coordinación de las autoridades monetarias un baluarte importante para sosegar el creciente escepticismo sobre Grecia. Pero el segundo evento nos muestra que las posiciones oficiales europeas siguen muy divididas y que la estabilización de la zona euro mediante la cesión de soberanía fiscal a cambio del establecimiento de eurobonos, es todavía un lejano objetivo.


En esta tesitura, es bueno que otros bancos centrales estén dispuestos a poner dólares al servicio de la estabilidad financiera en Europa. Pero como hemos tenido ocasión de observar en las últimas semanas, la capacidad de los bancos centrales para apaciguar los mercados tiene límites pues, a la postre, son los fundamentales los que rigen el mercado y, en lo que afecta a España, los fundamentales siguen siendo preocupantes: crecimiento casi nulo y sin reformas para mejorar el tejido competitivo del país. En estas circunstancias, los mercados están plenamente justificados para alentar dudas sobre la capacidad de pago de España.

Mientras, nuestro Gobierno ha gastado su último cartucho restaurando el impuesto sobre el patrimonio, una medida que no resuelve nada pero que si complica aún más la delicada credibilidad de la política económica de España (véase mi última columna). Luego ¿qué pasará si nos sorprende una nueva tormenta financiera con una España inmersa en un proceso electoral e inhabilitada para tomar decisiones acordes? Pronto lo veremos porque el panorama apunta directamente en esa dirección. La situación internacional sin lugar a dudas es peliaguda, pero la gestión de la crisis a nivel español es, si cabe palabra, una auténtica irresponsabilidad. El daño infligido al esfuerzo acumulado de todos los españoles no debería quedar impune, se está jugando gratuitamente con nuestro futuro inmediato y, lo que es peor, con el futuro de nuestras generaciones futuras.


Libertad Digital – Opinión

En confianza con Rajoy

La presentación del libro de Mariano Rajoy «En confianza», una obra que recoge sus memorias personales y profesionales y en la que expone también sus principales ideas políticas, se convirtió ayer en un acontecimiento social de gran repercusión. Con la presencia de José María Aznar y toda la plana mayor del PP, así como de numerosas personalidades de la vida nacional, Rajoy trazó una obra intensa y reflexiva que abarca desde los recuerdos de su infancia hasta su trayectoria política, pasando por instantes más desconocidos de su biografía, como el servicio militar. Las cualidades del libro son notables y concitan un interés muy especial por encima de otros acercamientos a la figura del presidente del PP, en la medida en que nos muestra un Rajoy en primera persona que se manifiesta no sólo sobre sus posiciones políticas de presente y de futuro, sino también sobre las claves de una personalidad importante. Goza además del valor añadido de la sinceridad y la credibilidad en sus reflexiones. Que resuma su filosofía personal en «tener sensatez, razonar, pensar las cosas con calma e intentar entender al otro, hablarle de lo que nos une más de lo que nos separa», es algo que encaja con su trayectoria pública tanto en el Gobierno como en la oposición.

A dos meses del epílogo de estos ocho años de Gobierno socialista en España, alivia que quien está llamado a pilotar el cambio que el país necesita sostenga en sus memorias que «gobernar es un conjunto de actitudes: responsabilidad, seriedad en el cumplimiento de los compromisos adquiridos con los que nos rodean, los ciudadanos y el mundo exterior, realismo». Una filosofía que España ha perdido en estos años y que debe recuperar.


Rajoy dedica una parte sustancial de la obra a sus proyectos para España. Habla de un «esfuerzo de regeneración democrática» que compartimos plenamente. En esa idea se resumen las razones del cambio que hemos defendido como proyecto prioritario para el país con la campaña puesta en marcha desde este fin de semana. Proclama su probada disposición para el diálogo y el consenso, que no deben ser un fin, sino un medio. Ni los cordones sanitarios ni la opacidad política son propios de la democracia ni de Rajoy.

La lucha contra ETA cuenta con un espacio especial en el libro, como era lógico. Como ministro del Interior combatió el terrorismo y mantuvo esa política de acoso y de derrota que tantos resultados aportó. Su defensa de «una aplicación más rigurosa de la Ley de Partidos, que faculta a expulsar a Bildu de las instituciones», es una garantía de que ETA tendrá enfrente al Estado de Derecho.

Para llegar a este instante de su vida política, a pocas semanas de unos comicios determinantes para la nación, Rajoy ha vencido no pocas dificultades. Su biografía es la de un político sólido, un excelente gestor, un dirigente capaz y serio, con criterios claros que no cede a presiones ni se deja mediatizar. Ayer, durante la presentación de la obra, apostó por la concordia, la unión, la independencia y la convivencia como valores esenciales de presente y de futuro. Por eso, Rajoy genera confianza y encarna el cambio desde la certidumbre del que sabe qué hacer y la seguridad de quien piensa llevarlo a cabo al servicio de España y los españoles.


La Razón – Editorial

Tributos de Rajoy

El líder del PP avanza algunas medidas fiscales que no responden a la envergadura de la crisis.

El líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, explicó ayer algunas de las medidas fiscales que adoptaría en caso de llegar al Gobierno, completando las ideas que ya había adelantado anteriormente. Su línea básica de acción es el mantenimiento sin cambios de la tributación de las personas físicas, al menos en un primer momento, y la reducción hasta cinco puntos del impuesto de sociedades. Aunque se mostró crítico con el impuesto de patrimonio que acaba de recuperar el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero, argumentando que penalizaba el ahorro, no desveló si lo mantendría o no. Aprovechó la ocasión para descalificar al candidato socialista, Pérez Rubalcaba, por sugerir que dedicaría la recaudación a la creación de empleo, cuando, según dijo Rajoy, son ingresos que corresponderían a las autonomías.

El líder popular se mostró convencido de que la situación que atraviesa la economía española podría paliarse mediante recortes en el gasto público, sin necesidad de procurar un incremento sustancial de los ingresos. El modelo al que se ajustarían sus primeras decisiones económicas sería el de las comunidades autónomas que cambiaron de mayoría en las últimas elecciones, pasando a manos del Partido Popular. Los recortes que estas han emprendido resultan a todas luces insuficientes para reducir el déficit, transmitiendo la impresión de que, a la espera de las elecciones generales, los populares buscan disipar los temores de que limitarán el Estado de bienestar y no tanto equilibrar las cuentas públicas.


La política fiscal apenas esbozada por Rajoy no se define por su ambición. Quizá dejándose llevar por la cautela, el líder popular no dejó traslucir que su intención sea emprender una reforma fiscal; a lo sumo, parecía conformarse con revisar los tipos de los tributos existentes. El anuncio de que bajaría cinco puntos el de sociedades obedece a la idea de que reducir la presión fiscal sobre las empresas se traduce automáticamente en creación de empleo. La experiencia no avala la esperanza de Rajoy, sobre todo cuando, como sucede en España, la principal causa del paro no es la carga impositiva que soportan las sociedades, sino el descenso del consumo.

Pese a la generalidad de su política fiscal, Rajoy fue mucho más lejos de lo que acostumbraba hasta fecha reciente. El motivo no habría que buscarlo tanto en que el Partido Popular haya decidido explicar, por fin, el programa que desarrollaría desde el Gobierno, como en el hecho de que se siente suficientemente seguro de su victoria como para intentar cerrar el flanco en el que se había convertido su silencio. La escasa influencia en las encuestas de las constantes iniciativas que lanza el candidato socialista parece haber animado a Rajoy a empezar a ir desvelando algunas de las suyas. Pero, o guarda en la manga otras que no desea mostrar o, si no, se diría que ignora la dimensión de la crisis que tendría que gestionar de llegar a La Moncloa.


El País – Editorial

La vía griega del PSOE

El mejor escenario para sus intereses es el de una nación quebrada, una economía sin solución y un sistema intervenido por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional.

El candidato socialista a la presidencia del Gobierno permanece en la carrera electoral pese a las graves implicaciones que se infieren de un asunto como el chivatazo a ETA, más conocido como "caso Faisán", que se produjo bajo su mandato al frente del ministerio de Interior. Si ya las crónicas de su singular designación como sucesor de Zapatero en el PSOE aludieron al político cántabro como un "faisán cojo", dadas las circunstancias judiciales, no parecía que un candidato en precario, con más pasado que futuro y con mucho más que ocultar que de lo que presumir, pretendiera liderar una carrera de despropósitos en la que, por fortuna, sólo compite con los nacionalistas e Izquierda Unida. Pero Rubalcaba ha salido disparado, como un auténtico torbellino, haciendo honor a su pasado de velocista de la pista y prestidigitador de la política.

Sin freno, el candidato del PSOE está obsesionado con aunar las voluntades y el voto útil de los independentistas catalanes (con un apoyo más que manifiesto y absolutamente gratuito al disparate ilegal e irracional de la inmersión lingüística en las escuelas), de los "bildutarras", con ese nuevo Bilbao en el que según Rubalcaba se está como en Cádiz, y de los indignados, con promesas acolmilladas de un tributo contra ricos mucho más fetén que el improvisado de urgencia para satisfacer el guión de su campaña. Y ahora dice que no le gusta, que lo habría hecho de otro modo y que si gobierna, lo mejorará y endurecerá. Despropósito tras desafuero, Rubalcaba, más que el aspirante socialista en un país en crisis, parece el candidato antisistema de un país sin futuro, hasta el punto de que se puede afirmar, dadas sus declaraciones y contradicciones, que el mejor escenario para sus intereses es el de una nación quebrada, una economía sin solución y un sistema intervenido por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional.

En ese contexto, y si es que la movilización entre independentistas y el voto del miedo a la derecha no es suficiente, siempre podrá abanderar el descontento social que a buen seguro detectarán el PSOE y Rubalcaba a partir del 21 de noviembre. Es la vía griega del PSOE, la vieja fórmula del cuanto peor, mejor, el camino de siempre para recuperar el poder.


Libertad Digital – Editorial