jueves, 22 de septiembre de 2011

La "imparable" diplomacia española. Por Fernando Jáuregui

Antaño, cuando era corresponsal diplomático de un periódico, me ocupaba casi con frenesí de un tema que me apasionaba, la política exterior. Luego, he seguido, quizá más de lejos, los avatares diplomáticos españoles y, contra la opinión generalizada, pienso que hemos tenido unos buenos ministros, desde Fernández Ordóñez a Moratinos, ambos tan denostados, y tan injustamente, en su momento. Pasando, claro, por Joseph Piqué y tantos otros. Siento decirlo, pero creo que esa línea de relevancia e influencia se rompe algo con el nombramiento de Trinidad Jiménez como responsable de la agenda diplomática. No hay más que ver el programa de la ministra española en las Naciones Unidas, donde ahora, con motivo de la plenaria de la Asamblea General se reúnen los líderes del mundo mundial, para comprobar el escaso peso que se nos concede. Lamento mucho que Zapatero, que no se ha perdido una, aunque su brillo internacional no haya sido excesivo, no haya acudido este año al cónclave internacional; tal vez temía quedar relegado ante algunos colegas, acaso pensó que debía permanecer en España precisamente cuando el Parlamento se enfrenta a su última semana antes de disolverse para dar paso al cómputo de los tiempos electorales.

Yo creo que la política exterior ha sido la gran olvidada en los últimos meses. Como si a quien de verdad lleva este peso, que no es otro que el propio presidente del Gobierno (el ministro de turno lo es casi por delegación) el tema, una vez resuelto el contencioso con los Estados Unidos, le pareciese secundario. O, en el caso de la Unión Europea, que tanto manda en los asuntos económicos internos, enojoso. O, en el caso de América Latina, fastidioso.

Pienso que, ocupe quien ocupe el sillón principal en La Moncloa desde el mes de diciembre -hasta entonces habremos de acostumbrarnos a una incómoda, infecunda, interinidad-, habrá de invertir prioridades, y conceder a la política exterior la relevancia que merece, para lo cual lo primero que habrá que hacer será designar un jefe de la diplomacia que sea reconocido como un primer serie por sus colegas. Lo segundo, claro está, que el nuevo jefe del Gobierno coloque los contactos exteriores como la prioridad número uno, cosa que ni Rubalcaba ni Rajoy han hecho hasta el momento, que se sepa.


Periodista Digital – Opinión

Dando lecciones. Por Reyes Monforte

Muy mal tiene que estar la cosa para que todos insistan en dar lecciones a los que se suponen que deberían estar impartiéndolas. Los sindicatos cuentan de más (la asistencia) y les hablen de restas (los recortes) a los profesores, los políticos cuentan de menos y algún candidato incluso se atreve a dar lecciones de lo que debe hacerse cuando le hubiese resultado muy sencillo hacerlo él mismo cuando todavía estaba en el gobierno, es decir, hace dos días. Eso sí, los números les bailan a todos. Tendrían que volver a clase a ver si aprenden a contar, porque a cada uno le sale una cosa. Con las matemáticas en la mano, convendría fiarse más de las cuentas que sacan los sindicatos, expertos en estar al plato y a las tajadas, ya que solo hay que ver como suman las subvenciones que reciben del gobierno de turno que es el único momento en el que no protestan. Y lo peor es que con tanto ruido ambiente a los profesores no se les entiende nada. Si la ciudadanía estuviera en sus clases les diría: «Profesor, pues no lo entiendo». O se explican mal o no saben como explicarse, y ambas cosas son igual de malas.

Al final, los que sufren estas huelgas, politizadas o sindicalizadas, son los estudiantes, esos cuyos resultados académicos van a la baja en comparación con el rendimiento europeo. Así salen luego jueces que se politizan y miran a que partido tienen que obedecer para dictar una «sentencia justa», políticos que se creen con puñetas en las muñecas y mandan a hacer puñetas las resoluciones judiciales, funcionarios que chivan, filtran o se lían con llamadas telefónicas... este debe ser el camino.


La Razón – Opinión

Sanidad. ¿Abordaremos en España la reforma? Por Eva Miquel Subías

A nadie se le escapa que la situación financiera actual, así como un incremento en la demanda de atención en un país en el que la esperanza de vida se encuentra en torno a los 82 años, son algunos factores de preocupación.

No revelo nada nuevo si digo que José María Fidalgo es un gran tipo. Evidente, me dirá la mayoría de ustedes. Salta a la vista. Como su gran tamaño, alto, robusto, contundente. Como su potente voz o sus palabras. O mejor, sus ideas, sus convicciones. Sólidas como una roca.

Sólo un tipo como él puede reunir en torno a la misma mesa a Guillermo Fernández Vara, Xavier Trias i Vidal de Llobatera –escribo su nombre al completo porque no me puede parecer un apellido más bonito que éste, me chifla- y la incombustible Ana Pastor. El asunto, espinoso, giró en torno a la encrucijada en la que se encuentra nuestro Sistema Nacional de Salud. Lo ponía en marcha el siempre atento Foro Negocia del IE Business School, al frente del cual se encuentra el ex secretario general de CCOO.

Tuvo gracia el alcalde de Barcelona, médico pediatra y ex conseller de Sanitat de la Generalitat pujolística al señalar a Ana Pastor como una de las mejores ministras de Sanidad que había tenido España, junto a Julián García Vargas, entre otras cosas porque –apuntó socarrón- ambos querían y deseaban serlo. Y no como otros muchos, a los que les toca enfrentarse al complejo mundo sanitario sin demasiados estímulos, más que el estímulo en sí mismo de ser Ministro, que ya debe de ser suficientemente adrenalístico.

Les confieso que acudí a la charla algo dispersa, mentalmente abatida, como intentando que la cabeza no se fuera de paseo por el aula de vez en cuando. Tampoco vienen al caso los motivos. Pero finalmente lo logré. Lo lograron por mí, diría yo.


Ahora sí, pues. Entro a matar. La sostenibilidad, la suficiencia y la realidad autonómica fueron los tres pilares sobre los que se asentó el discurso de todos ellos. El tan temido copago, castigado de cara a la pared, ignorado o poco valorado. Coincidieron en que un gran paso adelante sería poder despolitizar la sanidad para abordarla en serio y como se merece. Y para hacer frente –como señaló Pastor- a los 15.000 millones de euros que debe nuestro sistema de salud, así como garantizar el desequilibrio financiero siendo lo más eficientes posible destinando los recursos mediante un gran pacto de Estado. Ah amigo... ahí te quiero ver.

Partiendo de la idea de que en España estamos orgullosos de cómo funciona y ha avanzado en líneas generales nuestro modelo sanitario, a nadie se le escapa que la situación financiera actual, así como un incremento en la demanda de atención en un país en el que la esperanza de vida se encuentra en torno a los 82 años, son algunos factores de preocupación.

Probablemente una mayor implicación del sector privado en el desarrollo de no pocas acciones podría agilizar un positivo resultado en cuanto a su gestión, así como el ya incorporado outsourcing para la contratación de servicios.

Lo que nadie se atrevió a señalar, por muy de buen rollito que fuera el clima que se respiraba, es la injerencia permanente de la izquierda, creyéndose as usual poseedora de la verdad absoluta y gran protectora de los desfavorecidos.

Ignoro la capacidad de maniobra de la que dispondrá el PP de ganar las elecciones, ignoro el grado de compromiso que adquirirá al respecto, pero lo que sí sé es lo que muchos, en la órbita profesional cercana a postulados populares, querrían hacer de no tener las manos atadas a lo que se supone perciben como políticamente correcto.

Y así se podría entrar en un bucle de buenas palabras y de tan buenos propósitos como inviable es nuestro sistema actual.


Libertad Digital – Opinión

Sus peores enemigos. Por Julia Navarro

Yo hay cosas que no entiendo. Por ejemplo, no entiendo a los "cerebros" de la economía mundial, a esos mismos que no han sido capaces de impedir un desastre económico-financiero como el que estamos viviendo. Sí, los mismos que hasta ayer apoyaban y hacían lo contrario de lo que hoy predican. Pero eso sí, dictan normas de obligado cumplimiento que están acogotando a los países hasta extremos indecibles.

Que alguien me explique cómo es posible que un país salga de la crisis si a ese mismo país le piden, desde el FMI a la UE, que rebaje su sector público y prescinda de funcionarios. Echar trabajadores a la calle supone que se van directamente al paro, y si el país tiene un sistema de protección cobrarán del paro, poco, pero cobrarán algo, y si no tiene sistema de protección entonces esos trabajadores estarán condenados a intentar encontrar trabajo en un momento en que la economía está paralizada y los empresarios no contratan a nadie.


Bueno, pues eso es lo que está pasando en Grecia. Yo no sé si hay un plan malévolo para acabar con el país heleno, porque de lo contrario no se entiende que se obligue al Gobierno griego a contribuir a que aumente el paro. Sí ahorrará algo en gasto público, pero con miles y miles de personas en el paro su economía no saldrá adelante ni en esta década ni en la siguiente, y lo único que se está provocando es pobreza.

Pero si no entiendo lo que los organismos internacionales, amen de Alemania, están haciendo en Grecia, tampoco entiendo que en nuestro país el candidato socialista haya decidido poner en la picota a las clases medias recuperando un impuesto, el de Patrimonio, que es claramente injusto porque penaliza el ahorro y obliga a pagar impuestos dos veces por el mismo concepto. Y, sobre todo, me produce una enorme irritación que se intente convencer a los ciudadanos de que ese es un impuesto para ricos cuando los ricos de verdad no pagan apenas impuestos porque su dinero lo tienen en "sicavs" y en sociedades diversas con las que esquivan al Fisco. De manera que los planes impositivos del candidato socialista consisten en seguir ahogando a las clases medias, a los profesionales liberales, a todos aquellos que han logrado un ahorro a cuenta de su trabajo y no de la especulación.

Verán, yo creo que hay que pagar impuestos sobre todo si queremos mantener el Estado del bienestar, pero eso sí, todos debemos de arrimar el hombro, y sobre todo los que son ricos, riquísimos de verdad. Pero aquí, a los riquísimos les tratamos con guante de seda por aquello de que lo mismo se enfadan y se llevan su dinero a otra parte. O sea el colmo.

Y puesta a no entender no entiendo que Esperanza Aguirre esté enseñando la peor cara del liberalismo con esos ataques frontales a la Educación pública o su enfrentamiento con los profesores. La señora Aguirre acaba de decir que toda la enseñanza no tiene porque ser gratuita y se ha quedado tan ancha. Pero seguramente las afirmaciones de Aguirre tienen mucho que ver con el clima preelectoral en que estamos viviendo, en que los populares se están encargando abrigos con la piel del oso que están seguros de cazar el próximo 20 de noviembre. Así, de las palabras de la presidenta de Madrid podemos deducir lo que se nos viene encima cuando gobiernen los populares. Es verdad que el PSOE ha sacrificado parte del "Estado del bienestar" pero al menos hasta ahora habían salvado la educación y la sanidad públicas. Pero el PP no tiene complejos y dentro del PP la que menos complejos tiene es Esperanza Aguirre que tiene una virtud: no engaña a nadie, es como es, y dice en voz alta lo que piensa sin imposturas. De ahí que cuestione la actual educación pública y esté manteniendo el pulso con los docentes del sistema público de educación.

Pero eso sí, esas tesis de liberalismo salvaje que defiende la presidenta de Madrid no son un buen reclamo electoral. Luego se quejara de que la gente salga a la calle a defender lo público y será capaz, como está siendo, de decir que Rubalcaba está detrás de la huelga de profesores. En realidad, la que está detrás de esa huelga es ella por sus declaraciones. En fin, la lista de lo que no entiendo es interminable, pero basten estos tres ejemplos para ilustrar que vivimos tiempos en que nada es lo que debería de ser.


Periodista Digital – Opinión

Agitación más IVA. Por Martín Prieto

Cuando un equipo directivo de periodistas arrancó «El País « ( a la postre unos asalariados distinguidos ) entró en vigor la reforma fiscal de Paco Fernández Ordóñez y nuestro patrón, el editor Jesús Polanco, nos embromaba riéndose porque tributábamos más que él y teníamos que pedir créditos para satisfacer al fisco. Don Jesús no hacía ninguna trampa y su fiscalidad era la que le exigía una ley con muy mal carácter hacia los galeotes de la nómina. No estamos solos en eso y no es de extrañar que en Francia, Alemania, EEUU, surjan grandes fortunas tocadas por la filantropía. Como una campaña electoral no es una competición de sabidurías sino una bolsa de gatos en donde quién maúlla más agudo cree llegar antes a la meta incierta, el candidato gubernamental, mi querido Rubalcaba, sigue dándole vueltas a la extracción de tributos. Como los agujeros negros el déficit español sólo es aproximativo: un 30-40% de lucro cesante, lo que supone una barbaridad. El postulante del Gobierno modera sus instintos electorales y aboga ahora por escarbar el fraude, en lo que coincidirá con Mariano Rajoy, porque es elemental que pueden no tocarse los impuestos como propone el PP y encontrar el dinero necesario donde se oculte o dilapide. La progresividad fiscal no es ideológica sino de sentido común. El Presidente Obama tira por elevación porque desde Alfonso Capone la inspección tributaria estadounidense es inmisericorde y ahí no se puede perforar más. Lo que es el típico embrollo socialista es esa oficina de Hacienda, Trabajo y Policía. Que le regalen un ordenador más grande a la Agencia Tributaria; y cuidado con el dinero negro, que crea empleo.

La Razón – Opinión

Berlín y la izquierda. De Peter Pan a Garfio. Por Cristina Losada

Hoy la capital alemana es una de las ciudades más pobres de un país pujante. “Pobre, pero sexy”, puntualiza su reelegido y socialdemócrata alcalde. Se disputa con Bremen el título de la Grecia alemana.

Como inspectora de ciudades, llevo treinta años observando a Berlín. Ha sido por azar, pero ha sido. En un principio, fue el encanto de la anomalía y, por qué no, de la Guerra Fría. Allí estaba a flor de piel y era estéticamente irresistible. El aire de ciudad sitiada, las ruinas-testimonio de la otra guerra, la zona muerta del lado oriental del Muro, las estaciones fantasma del metro, el molesto control de los vopos en el subsuelo de Friedrichstrasse y aquel otro mundo al que se emergía en Alexanderplatz, donde penaba por remedar la prosperidad vecina. Era la guerra por la imagen y aun con sus mejores galas, el Este la perdía. Pero en el Oeste convivían otros mundos paralelos, como las damas de antigua elegancia de los cafés del Ku’damm y los jóvenes alternativos que okupaban Kreuzberg y compraban en el mercadillo de los turcos.

Aquellos Berlines se eclipsaron tras la reunificación. Se instaló una efervescencia de modernidad. La ciudad fue remozada y encontró su símbolo en los edificios vanguardistas de la Potsdamer Platz. Ya no parecía ella, sino una capital europea cualquiera. Salvo por el legado del comunismo: una economía en ruinas. Los alemanes pagaron y todavía pagan por ello, de ahí, tal vez, su renuencia a aceptar nuevas cargas. Pero Berlín siguió cambiando. De tal manera que hoy la capital alemana es una de las ciudades más pobres de un país pujante. "Pobre, pero sexy", puntualiza su reelegido y socialdemócrata alcalde. Suprimidas las subvenciones que la nutrían para hacer de ella el atractivo escaparate de Occidente, ahora es la ciudad de los subsidios. Se disputa con Bremen el título de la Grecia alemana. Sí, el otro gran atractivo de Berlín es su transformación en una ciudad barata.

El sentimentalismo socialdemócrata, los restos del naufragio comunista, la simiente alternativa y su brote Verde tienen ya su propio escaparate: una ciudad barata, pobre y progre. Así, se han dado las condiciones para el singular avance, tan mediático, de un partido que enarbola la bandera pirata. Es la adolescencia que llega a cara descubierta y no hay de qué extrañarse. A fin de cuentas, sólo es un paso más. De unos adolescentes vestidos de adultos, a unos adolescentes que no fingen ser otra cosa. Del casi todo al todo gratis. Circunscríbase el fenómeno cuanto se quiera, pero es evolución natural que el Peter Pan de la izquierda mute en Capitán Garfio con acné. Y, si no, al tiempo.


Libertad Digital – Opinión

Gómez Bermúdez marea la perdiz del Faisán. Por José Antonio Zarzalejos

El Plenario de la Audiencia Nacional determinó ayer que de lo hasta ahora investigado por el juez central, Pablo Ruz, se “aprecia indicios de un hecho que reviste los caracteres de delito”, no obstante, y sin pronunciarse sobre el tipo penal en que pueda encajar tal hecho (colaboración con banda armada y/o revelación de secretos), devuelve la causa al magistrado para que siga investigando. Naturalmente, revoca los procesamientos del ex director general de la Policía, Víctor García Hidalgo, del jefe superior de Bilbao, Enrique Pamies, y del comisario de Vitoria, José María Ballesteros. En otras palabras: en el bar Faisán de Irún el 4 de mayo de 2006 se produjeron unos hechos indiciariamente delictivos, pero, por el momento, y según la Sala Penal de la Audiencia Nacional, no está suficientemente acreditada la autoría de los mismos, ni, al parecer, procede calificarlos. Pero deben ser conexos con un delito terrorista porque los deja bajo la investigación de Ruz y no envía la causa a Irún.

Lo que han constatado los catorce magistrados convocados excepcionalmente por Javier Gómez Bermúdez es la mayor de las obviedades: alguien –no necesariamente los procesados por Pablo Ruz— pegó un chivatazo a etarras del aparato de extorsión de la banda terrorista que pusieron pies en polvorosa. Eso ya lo sabíamos y lo que se esperaba de la Audiencia es que determinase si tal chivatazo era o no colaboración con banda terrorista. El fiscal Javier Zaragoza daba por supuesto que los tres procesados habían perpetrado un delito de revelación de secretos pero no de colaboración con ETA. La Sala ha decidido dar una larga cambiada, no negar los hechos, poner en duda que los procesados fuesen sus autores, eludir cualquier calificación jurídica y encargar a Pablo Ruz que siga investigando.


Tengo muy serias dudas de que el juez instructor pueda eludir la citación, inicialmente como testigos, del ministro del Interior, a la sazón Alfredo Pérez Rubalcaba, y del secretario de Estado de Interior en mayo de 2006 y hoy titular del Ministerio, Antonio Camacho. Quizás haya sido la propia Sala –queriéndose quitar de encima el lío en el que le ha metido innecesariamente su presidente— la que obligue a Ruz al trámite que ha estado evitando: que el candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno y el ministro del Interior se vean implicados judicialmente hasta las cejas en el asunto, cuando acaso Gómez Bermúdez pretendía todo lo contrario.

La Sala de la Audiencia Nacional ha dejado en mal lugar al juez Ruz porque le reprende por no investigar más a fondo; ha dejado en evidencia al fiscal Javier Zaragoza porque, dando éste por seguro que los procesados eran los autores del chivatazo, se lo ha desmentido, y mantiene el asunto en el juzgado central de la Audiencia Nacional sin remitirlo a Irún. Libra del procesamiento, de momento, a Garcia Hidalgo, Pamies y Ballesteros, pero ancla el asunto en el órgano jurisdiccional más incómodo para el Gobierno. Ofrece también un alivio relativo a Camacho y a Pérez Rubalcaba pero no la tranquilidad plena porque, en definitiva, el 4 de mayo de 2006, en el bar Faisán de Irún se produjo un hecho en el que se “aprecia carácter de delito”. De delito, añado, terrorista.

El “caso Faisán” lejos de haber concluido vuelve a comenzar sin que de él se hayan desembarazado ni los inicialmente procesados ni sus mandos políticos, Camacho y Rubalcaba. Gómez Bermúdez pretendía seguramente objetivos más ambiciosos y, al final, todo el montaje de avocar el asunto a la sección segunda y montar el espectáculo, ha mareado la perdiz saliendo por un registro descomprometido que ofrece un tiempo adicional al Gobierno y al PSOE pero que espoleará a Pablo Ruz a investigar con mayor exhaustividad.

¿Cómo puede hacerlo? Pues preguntando a más gente; comprobando más datos y reclamando la versión judicial de Camacho y Rubalcaba. Quede constancia, por lo demás, que si hay hecho delictivo, debe haber autores. Y si se da por hecho que hubo chivatazo, habrá reveladores de secretos y/o colaboradores con banda terrorista. Y tarde o temprano, antes o después se sabrá quiénes perpetraron el delito en todos los grados de participación: autoría material y por inducción, complicidad y encubrimiento. Y el asunto sombreará a Rubalcaba y Camacho por mucho tiempo. A veces hay tiros que salen por la culata.


Periodista Digital – Opinión

El libro de Mariano. Por Rafael Martínez-Simancas

Un próximo a Rajoy vacilaba en la presentación del libro de su jefe: "Si esto pasa hace un par de años no llenamos el salón, en cambio hoy no cabe nadie". No tiene Rajoy un reconocido tirón literario (tampoco creo que lo pretenda), así que los presentes no iban a por el atún si no ver al duque, y de esa manera se llenó el aforo de acólitos, entusiastas, palmeros y futuros altos cargos que esa tarde aún se movían por Madrid en autobús pero que aguardan un mañana mejor de coche oficial y canonjía. Gran parte de las prácticas de alto cargo se hacen en salones de moqueta alta en los que es tan importante ver como ser visto, ahí se juega uno la parrilla de salida como Alonso en los entrenamientos previos a un gran premio.

Es curioso que en España, donde apenas se lee, los políticos que se quieran perpetuar se transforman en libro de pasta dura con fotografías entrañablemente elegidas para la ocasión en las que no faltan una en blanco y negro con el patinete y otra de grupo en la Universidad (el detalle del blanco y negro señala el salto generacional con los políticos jóvenes que sólo han conocido la generación twiter). De momento es el libro lo que más adorna al político, no se conoce el caso de candidato que haya pintado un lienzo antes de unas elecciones y también hubiera llenado salones de entusiastas de la pintura y los "santos óleos". En el caso de Rajoy se quiere transmitir la imagen de cercanía mezclada con incesante actividad que termine con el mito de que el candidato "alcanzará la orilla de puro muertito", como le dijo Felipe González en otro salón de moqueta alta. Incluso el título llama a un mensaje directo para el voto: "En confianza". Ahora bien: ningún político ha superado el nombre que le puso Pablo Castellano a la segunda parte de sus memorias: "Yo sí me acuerdo" que era una manera de ajustar cuentas con el pasado y sus protagonistas.

A la espera de que Bono dé a conocer sus memorias, que se auguran voluminosas, el libro de Rajoy va camino de convertirse en un best-seller sin necesidad de realizar mucha promoción por las televisiones. Rajoy no aspira a un sillón en la Academia, le basta con uno en el Consejo de Ministros, algo que parece tiene conseguido según las encuestas. Y ese tirón es el que le da fama como autor; en realidad podría haber escrito un libro de crucigramas, o de cómo cocinar un pulpo a feira, y se hubieran vendido con igual éxito. Cuándo el viento sopla a favor hasta los poetas cursis se transforman en trovadores de reconocido prestigio. No hablamos de literatura si no de poder que una vez alcanzado muchos se preguntarán: "¿Tú te llegaste a leer el libro de Mariano?", y les mirarán con cara de no saber de qué les hablan.


Periodista Digital – Opinión

Frustración. Por Javier G. Ferrari

Menos mal que el Gobierno y los socialistas no comentan las sentencias judiciales y se limitan a acatarlas, que si fuera de otro modo volvían a enterrar a Montesquieu como ya hiciera años atrás Alfonso Guerra. En los últimos días hemos asistido a una espléndida ceremonia de la confusión con el ministro portavoz no queriendo hablar de la decisión de la Audiencia Nacional de empapelar a Otegui y a Usabiaga, pero alentando la insumisión del Gobierno nacionalista catalán contra la decisión del Tribunal Superior de Justicia de cargarse, o al menos atemperar, la inmersión lingüística que Artur Mas y los suyos han cogido como bandera para apretar las tuercas al próximo Gobierno en el caso de que necesite de sus votos en el Congreso de los Diputados. Y el candidato, en Barcelona el pasado lunes, decidió ser en realidad el «candidat», y habló de lo intolerable que resulta que el Tribunal Constitucional tenga la osadía de cambiar la voluntad popular expresada en referéndum sobre el Estatut. Si todavía hay algún mentecato que hace risas con la afirmación de Aznar en el 96 de que hablaba catalán en la intimidad, que se lo haga mirar. Aquello fue una chorrada, esto que plantean ahora los socialistas es algo mucho más inquietante. No hay más que recordar cuando Felipe González, poco después de abandonar el Gobierno, le dijo al entonces presidente de la Audiencia Nacional, Clemente Auger, aquello de «es que no hay nadie que le diga a los jueces lo que tienen que hacer». Toda una revelación. Desde que llegaron al poder en el año 82 una de las obsesiones de los dirigentes socialistas ha sido siempre el de domesticar a la judicatura. Por eso se cargaron, entre otras cosas, el recurso previo de inconstitucionalidad que hubiese evitado, por ejemplo, que se celebrara el referéndum del Estatut antes de que el Tribunal se pronunciara. Pero los casos de manipulación judicial no se circunscriben al Constitucional que, al final, no es otra cosa que el reflejo de las mayorías parlamentarias de cada momento. Su politización es tan descarada que nadie cree en sus dictámenes. Lo mismo que en el caso de la fiscalía, tan diligente en la persecución de los presuntos implicados en el «caso Gürtel» que le ha costado al PP un presidente autonómico, y tan negligente en la investigación de lo ocurrido en «el caso Faisán» donde no ha hecho otra cosa que poner chinitas en el camino de los jueces. Es posible que el empeño de Rubalcaba de llevar a Camacho, hoy ministro del Interior y antes número dos del propio don Alfredo, como cabeza de lista por Zamora, pasándose por el forro la opinión de su partido, tenga algo que ver con esta historia. No es lo mismo estar aforado que no estarlo. No sería el primer caso. Barrionuevo ya fue en las listas cuando estaba imputado en el caso del secuestro de Segundo Marey. Ya se sabe que ante la intemperie no hay nada mejor que una buena manta zamorana. Estas son las cosas que generan frustración en la sociedad española, y no que Usabiaga vuelva a la cárcel y Otegui no salga de ella como llegó a decir el lendakari López el pasado fin de semana.

La Razón – Opinión

Crisis. La izquierda en su laberinto. Por José García Domínguez

Se trata de instalar en el imaginario la falacia de una socialdemocracia virginal. Otra víctima cándida y pura que nada habría tenido que ver con la secuencia de acciones y omisiones que llevó al colapso sistémico de 2008.

Aquel viejo liberal tan denostado, Lord Keynes, solía decir que el mundo, contra lo que creen los gnósticos y los conspiranoicos, está gobernado por muy poco más que las ideas. De ahí la importancia capital de los relatos. A su juicio, se acabará imponiendo quien disponga de la mejor narración, se ajuste o no a la realidad. El poder, para él, era en el fondo una cuestión de metáforas. Y no andaba demasiado lejos de la verdad. Lo sabía ayer Keynes y lo sabe hoy lo que queda de la izquierda; de hecho es lo único que sabe. Por algo el empeño de sus escribidores orgánicos para remendar un discurso ideológico de la crisis. Se trata de instalar en el imaginario la falacia de una socialdemocracia virginal. Otra víctima cándida y pura que nada habría tenido que ver con la secuencia de acciones y omisiones que llevó al colapso sistémico de 2008.

Según ese guión canónico, los malos, naturalmente, fueron los banqueros, las agencias de rating, los hedge funds y Wall Street. Esto es, los jinetes del Apocalipsis surgidos de la caja de Pandora abierta por Reagan y Thatcher con la liberalización del sector financiero. Un cuento de hadas enternecedor. Lástima que no se compadezca ni un milímetro con los hechos. Y sin embargo... funciona. Pues con el fervor del progresismo occidental por las desregulaciones de entonces ha ocurrido como con aquellas viejas imágenes de Trotsky cuando Stalin. Misteriosamente, su presencia ha sido borrada en todas las fotos de la época.

Así, nadie parece recordar ya la contribución de grandes líderes de la Internacional Socialista, como Jacques Delors o Michel Camdessus, a fin de facilitar los movimientos internacionales de capitales. O el papel decisivo del SPD y de ¡los Verdes! en la radical liberalización de la banca alemana. O la devoción cuasi religiosa del nuevo laborismo por la soberanía de los mercados. "La era de los auges y de las crisis ha pasado a la historia para siempre", llegaría a disparatar Gordon Brown. Por no mentar, en fin, aquel "gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones", el que prorrumpiera González tras ser acusado de seguidismo con la derecha thatcherista. Y es que el doctor Pangloss era ambidextro. Hasta hace cinco minutos, claro.


Libertad Digital – Opinión

Acepte, Sr. Rubalcaba, una disculpa: Curbelo no viene a Madrid. Por Federico Quevedo

Si en algo hemos contribuido los periodistas, entre los que me incluyo, a que en el Partido Socialista tomaran conciencia de lo que significaba volver a poner al senador putero de La Gomera, el tal Curbelo, en las listas para presentarlo de nuevo al Senado, bienvenido sea. Pero tanto si es así, como si no, mi obligación como periodista y como analista de la información es disculparme y hacerlo en la misma forma y fondo en la que ayer fue publicado ese artículo en las páginas de El Confidencial. No bastaba con el típico PD incorporado a media tarde para no quedar mal. A mí no me gusta hacer las cosas así. Cuando uno mete la pata, la mete y ya está, y la mejor manera de sacarla es que a nadie le quede duda alguna de que acepto mi error y me disculpo.

Y lo hago, primero, con el candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, a quien responsabilice directamente de la decisión de que Curbelo volviera a ir en las listas al Senado. Lo hago, en segundo lugar, con mi amigo Carlos Hernández, a quien me consta que mi artículo de ayer le tocó bastante las narices, por no decir otra parte de la anatomía masculina, y que es el responsable de la comunicación del PSOE por si los lectores no lo saben. Me disculpo, también, con mis compañeros del periódico porque creo que aunque se trate de un artículo de opinión, en el fondo a todos nos fastidia cuando ocurren estas cosas. Me disculpo, también, con mis compañeros de profesión porque este tipo de errores nos dejan a todos en mal lugar. Y me disculpo, finalmente, y no por ser los últimos son los menos importantes, con mis lectores y con mis seguidores en Twitter y Facebook: no tengo excusa, me equivoqué y, como diría un castizo, la cagué, y les hice a ustedes, os hice a vosotros, copartícipes de mi equivocación, y por eso me veo y me siento en la obligación de decirlo y de escribirlo.


¡Coño! Tampoco pasa nada por hacerlo, incluso, si me apuran, hasta se siente uno mejor. ¿Qué me indujo al error? Es verdad que las primeras noticias sobre el asunto hablaban de que el PSOE de La Gomera eligió a Curbelo para ir en las listas por aclamación –lo cual, como ayer le dije a Carlos Hernández, tiene delito-, pero este servidor dio por hecho que eso significaba ya que Curbelo vendría a Madrid, y oiga, cosa de las prisas que no es justificación ninguna, no se me ocurrió llamar para confirmar que eso era así. No sé si en Ferraz se habían dado cuenta o ha sido el escándalo que de inmediato se organizó en las redes sociales e Internet lo que les ha hecho considerar que la vuelta de Curbelo podía ensuciar, y hasta qué punto, la campaña de Rubalcaba, pero sea cual sea la razón, el que el PSOE haya decidido, sin ni siquiera debatirlo, apartarlo de las listas, hay que aplaudirlo porque en este país, por desgracia, son pocos los ejemplos que tenemos de comportamientos éticos y acordes con la exigencia de regeneración de la vida pública que hace la sociedad.

El cáncer de la clase política

Personajes como Curbelo son un auténtico cáncer para la clase política española y, aunque pueda parecer increíble, hay muchos más de los que nos imaginamos. Sin duda alguna, una de las cosas que más necesita este país y que debería obligar a reflexionar a los dos principales partidos políticos, pero también al resto de las fuerzas parlamentarias, es un gran pacto por la regeneración de la vida pública, por la limpieza y la transparencia… Más allá de la anécdota de las putas y la sauna, Curbelo es un personaje que brilla por lo peor de los comportamientos que los ciudadanos podemos esperar de nuestros políticos: se ha hecho rico, muy rico, a costa del erario público y hay que preguntarse cómo y por qué, gobierna La Gomera con mano de hierro y hay sospechas muy fundadas de actitudes ilícitas cuando no presuntamente delictivas, y su paso por el Senado nos deja un reguero de cero iniciativas parlamentarias y eso a costa de los impuestos de los españoles y de los canarios…

¿Cuántos Curbelos hay en la vida pública? No lo sé, pero los hay, y no son pocos, y eso debería llevarnos a la reflexión de cómo acabamos de una vez por todas con esa clase de políticos que se creen que el poder les pertenece porque sí, y no como consecuencia de una delegación de la soberanía popular. Dicho queda, y escrita queda mi petición de disculpas que espero sean aceptadas.


El Confidencial – Opinión

"Manca finezza". Por Fermín Bocos

Más allá de su significado original: un año de licencia con sueldo que algunas universidades conceden a su personal docente y administrativo, un año sabático, en el habla popular, es un tiempo sin curro pero remunerado; lo que en Italia, con la finura que les permite su sonoro idioma, llaman el "dolce far niente". O, en la adaptación de Ramón Gómez de la Serna, tomada por Rodríguez Zapatero como lema para su jubilación presidencial: actividad principal de un contador de nubes tumbado en una hamaca.

Cuando todavía no nos habíamos repuesto de la impresión que nos había causado el agobiante programa que el presidente tiene previsto para su jubilación, tras dejar La Moncloa -agobio equiparable, sin duda, al de los cuatro millones y pico de parados que algún caso no tienen ya ni para alquilar la hamaca-, llega la vicepresidenta Elena Salgado y declara que también ella tiene planes para el inmediato porvenir. En concreto habla de un par de años "cuasi sabáticos". ¡Que suerte la suya!

Es cierto que con arreglo a la ley de 2006 que regula los conflictos de intereses, en los dos años posteriores a dejar el Gobierno, un ministro no puede asumir en la empresa privada labores relacionadas ni directa ni indirectamente con competencias propias o afines al ministerio del que ha sido titular, pero de ahí a la hamaca: a contar nubes o al año "cuasi sabático" -en ambos casos con sueldo a cargo de los contribuyentes- debería mediar un tramo. Como poco, el tramo que dicta la prudencia o la sensibilidad para con los millones de españoles que lo están pasando francamente mal y que, no es que ya no se puedan tomar un año sabático, es que la imposibilidad de encontrar trabajo les condena a una situación social ancilar, camino, en muchos casos, de la exclusión. No digo que Rodríguez Zapatero y la señora Salgado o en su día Pedro Solbes, su antecesor en el cargo, sean los responsables directos del paro que padecemos en España: más del 20 por ciento, el doble de la media de los países de la UE, pero, dada la política seguida por el Gobierno del que todavía forman parte, sí se les puede imputar alguna responsabilidad.

Y, puesto que, afortunadamente para ellos, esto no es Islandia -allí, además de por las urnas les pasan por los tribunales-, lo menos que cabía esperar de quienes han estado y todavía están al frente de la gobernación del país, es un poco de discreción. O de prudencia. Por volver al italiano: "manca finezza".


Periodista Digital – Opinión

Sin perdón. Por José Antonio Vera

El último cara a cara de Zapatero con Rajoy ha sido algo más «light» que otros anteriores, pero no un debate de guante blanco, sino la culminación de un proceso de ocho años de enfrentamientos en los que ambos dirigentes no se han puesto de acuerdo en casi nada. Lógico, pues los presupuestos de partida eran radicalmente opuestos. Ayer Rajoy podía haber optado por despedir con ternura a su contrincante, olvidando las dos legislaturas de desastre protagonizadas, pero optó por, deseándole lo mejor en lo personal, asestarle una última cornada con los siete principios básicos que siempre ha de respetar un gobernante, y que desde luego Zapatero no tuvo en cuenta. Resumidos, tales principios son: no gobernar con ocurrencias, sino con un plan; no fardar de cosas que igual no se producen; hacer previsiones razonables, no planteamientos fantasiosos; no gastar lo que no se tiene para no incurrir en déficit ni disparar la deuda; no gobernar sólo por decreto-ley y, hacer las reformas necesarias para lograr que la economía cambie y se dinamice. Consejos molestos, pero pertinentes. Ante la evidencia, Zapatero no pudo más que refugiarse en la melancolía de reprochar a su oponente que fuese tan duro en la despedida. ¿Y qué iba a hacer si no? ¿Felicitarle por la gran tarea realizada? Seamos serios.

La Razón – Opinión

Educación. El ejemplo irlandés. Por Emilio J. González

Salir del atraso y converger con los países centrales de la UE pasaba necesariamente por impulsar una formación de calidad que permitiera a los irlandeses subirse al carro de la industria y los servicios de vanguardia.

Irlanda es un país que me gusta mucho, pero si por algo le envidio es por sus sindicatos. Cuando tuvo que afrontar el reto de dejar de ser uno de los países más pobres de Europa Occidental, sus sindicatos colaboraron en algo tan fundamental como la reforma del sistema educativo. Salir del atraso y converger con los países centrales de la UE en un país poco industrializado y con escasos recursos naturales, pasaba necesariamente por impulsar una formación de calidad que permitiera a los irlandeses subirse al carro de la industria y los servicios de vanguardia. Los sindicatos fueron una parte tan importante como activa de ese pacto en pro de un capital humano de primera que rindió importantes frutos hasta el punto de que, antes de que estallara la crisis financiera internacional, la renta per cápita de Irlanda, en paridad de poder adquisitivo, era del 120% de la media de la UE. Ningún país miembro, ni siquiera la España de los avances tan impresionantes de la era Aznar, había logrado semejante resultado, lo que demuestra la importancia de un sistema educativo de calidad.

Aquí, sin embargo, la educación se ha ido deteriorando de forma tan progresiva como escandalosa desde que los socialistas llegaron al poder en 1982, porque lo que primó fue la ideología y no otra cosa. El deterioro se ha agudizado todavía más en la etapa Zapatero hasta el punto de que muchas personas que llegan a la universidad apenas saben hacer la ‘o’ con un canuto, todo por primar la ideología frente a lo que debe ser realmente un sistema educativo. Aquellos padres conscientes de la realidad de la educación pública han hecho todos los esfuerzos posibles por llevar a sus hijos a colegios privados, cuyos resultados educativos, por término medio, son mejores que los de los centros públicos. De esta forma, lo que se está consiguiendo es crear una nueva desigualdad de clases entre quienes se pueden permitir pagar por la enseñanza privada y aquellos que no disponen de los recursos necesarios para ellos. Y, por supuesto, la economía española y su capacidad para generar empleo y bienestar se resienten, y mucho, por ello.

¿Qué dicen los sindicatos al respecto? A estos colectivos que tanto dice preocuparles la igualdad social esta situación debería preocuparles, y mucho. Sin embargo, ninguno alzó la voz cuando los socialistas perpetraron el asalto al sistema educativo español para ideologizarlo porque como lo hacían los suyos, y para difundir su ideología, no había nada que decir o hacer al respecto. ¿Qué hacen ahora que se les pide a los profesores que den dos horas más de pizarra a la semana, pagadas aparte pese a que lo que pide la Comunidad de Madrid entra dentro de la ley? Protestar todo lo que pueden, porque lo que les importa no es el saneamiento presupuestario ni la calidad de la educación. Lo que les importa es desgastar a Esperanza Aguirre y, a través de ella, al PP porque lo que les guía es la ideología y la política del no pasarán. Cuanto ganaríamos si aprendieran algo de sus homólogos irlandeses.


Libertad Digital – Opinión

El delito de despilfarro público. Por Francisco Muro de Iscar

La propuesta en el Congreso de los Diputados de la defensora del Pueblo, Maria Luisa Cava de Llano, de que se tipifique como delito el despilfarro público ha tenido cierta repercusión en los medios y un silencio descriptible entre los gobernantes y los legisladores. Tampoco hay que asombrarse. La defensora del Pueblo, que se debe a los ciudadanos y no a los políticos, le ha dicho al ministro de Justicia que estudie "con toda seriedad y rigor" una ley penal que ponga coto a los abusos en el ejercicio del poder. No se trata de ir contra los que ya no están porque los ciudadanos les han puesto en la calle, ni contra algunos de los que todavía están, porque las leyes no tienen efectos retroactivos. Lo que busca es dignificar la clase política y dar a los ciudadanos confianza en que si quienes les gobiernan despilfarran lo que no es suyo, tendrán que enfrentarse con la ley.

Ya sé que no siempre es así y que el escándalo de los ciudadanos indignados -que no siempre coinciden con los del 15M, pero que merecen tanto respeto, al menos, como ellos- no tiene respuesta la mayoría de las veces, pero no es de recibo que tras el cambio en algunos gobiernos autonómicos o municipales, las facturas pendientes sean centenares de miles, las deudas se multipliquen por ocho o por diez y nadie responda de nada. La mayoría de los políticos son honestos y buscan el bien público. Pueden equivocarse y tomar decisiones erróneas. Les hemos entregado el poder para que decidan por nosotros y lo tienen que hacer. Pero cuando se lee que una obra pública, presupuestada en cien millones de euros acaba costando el doble, y no pasa nada, habría que aplicar la ley nonata que reclama la defensora del Pueblo. Y cuando se lee que en Aragón había 77 coches oficiales para el servicio de diez consejeros, la Justicia tendría que actuar si tuviéramos esa ley que reclama Cava de Llano. O cuando se sabe que en la Diputación de Barcelona - y posiblemente en centenares de organismos públicos- había en el último mandato cinco asesores para cada uno de los cinco grupos políticos que la integraban, que empezaron contratados como personal laboral y han acabado por "conseguir" una plaza de funcionario tras la pertinente oposición es normal que muchos se escandalicen.

Los 10.000 liberados sindicales sólo en las comunidades autónomas -sumen empresas públicas y privadas y Administración central-, o los escandalosos déficit de las autonomías, las subvenciones públicas descontroladas y otras muchas cosas que deberán pagar las generaciones futuras, hipotecadas por los abusos de unos pocos, dan la razón a la defensora del Pueblo. No es sólo lo que se gasta, ni el despilfarro innecesario, sino el lucro personal o político que algunos buscan y consiguen con el dinero que tanto cuesta ganar a los trabajadores. La mayor parte de los políticos guardó silencio y hubo quien acusó a Cava de Llano de "imprudente y carente de rigor". Ni siquiera en campaña electoral son capaces algunos políticos de morderse la lengua. Seguro que los ciudadanos entendieron el mensaje.


Periodista Digital – Opinión

Lecciones de la legislatura

El Congreso de los Diputados acogió ayer la última sesión de control al Gobierno de esta legislatura y, también de paso, el último cara a cara entre Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. La situación preocupante del país y los tiempos electorales que se avecinan propiciaron que la tensión parlamentaria que ha marcado la legislatura se prolongara hasta esta jornada. Fue una sesión áspera, porque difícilmente podía haber sido distinta. Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría compilaron en breves intervenciones el legado adverso de la política socialista. El presidente del PP habló de una «herencia envenenada» con «casi cinco millones de parados, altas tasas de paro juvenil, una economía estancada, una deuda disparada...»; y la portavoz de los populares fue igualmente explícita en su discusión con la vicepresidenta económica: «Su cartera cargará con el peso de todas las reformas que ha dejado de hacer. No hará un traspaso de poderes, sino de deberes». El esfuerzo de síntesis de ambos no mermó el realismo y el dramatismo de la coyuntura presente del país, que, como hemos defendido, exigirá el periodo de cambio y de regeneración nacional más importante de la historia democrática de España. Mariano Rajoy ha asumido de forma adecuada y seria lo que los ciudadanos esperan de él y de su partido y el exigente desafío que tendrá que afrontar a partir de dentro de dos meses. Ayer, en esas palabras postreras en el Congreso, el presidente del PP se pronunció en los términos de quien sabe y espera que la responsabilidad de gobernar en una coyuntura crítica esté próxima. En el Hemiciclo habló de España como «un gran país» que superará esta situación con un Gobierno que aprenda las lecciones de los errores. Esas lecciones –«no se puede hacer un mal diagnóstico de la situación y engañar, ni gobernar sin un buen plan, ni generar falsas expectativas, ni gastar más de lo que se tiene, hacer previsiones razonables y hacer reformas para no vivir de la herencia recibida»– establecen reglas y condiciones para una correcta administración que no se pierda en ocurrencias ni improvisaciones. Ese guión del buen gobierno es la otra cara de los grandes pecados capitales de la etapa socialista que, fundamentalmente, arrancó mal, con una demonización del que fue probablemente el mejor Gobierno de la democracia como fue el de Aznar; prosiguió peor, con la dilapidación de la magnífica herencia recibida y con una gestión manirrota y empobrecedora, y dejó un final crítico en todos los campos de la vida nacional. Casi tan malas como el fondo de la gestión fueron las formas del Gobierno que, de nuevo, quedaron de manifiesto en la última sesión de control. Sin un mínimo de autocrítica y con Elena Salgado orgullosa de una gestión económica que mantiene al país con cinco millones de parados y al borde del colapso, el epílogo parlamentario estuvo en consonancia con su decepcionante labor. Las Cortes del cambio, las que salgan de las urnas el 20-M, harán bien en no mirar atrás y en volcarse en una legislatura fundamentalmente reformista que promete una densa y exigente producción legislativa. En todo caso, conviene que aprenda de los errores de estos años.

La Razón – Editorial

Sin indicios

La Audiencia aparta el 'caso Faisán' de la pugna electoral: no hay pruebas contra los acusados.

El pleno de la Audiencia Nacional consideró ayer que no existen indicios suficientes para procesar por el caso Faisán a tres mandos policiales de la lucha antiterrorista y, al mismo tiempo, remitió el sumario al juez instructor para que siga investigando unos hechos que, según los magistrados, revisten caracteres de delito, o archive el caso. El fallo rehúsa pronunciarse sobre el tipo penal en que podrían haber incurrido los implicados en el caso, fueran quienes fuesen, y que hasta ahora había oscilado entre la revelación de secretos y la colaboración con banda armada.

La Audiencia Nacional ha sido rotunda: la decisión se tomó por unanimidad de los 14 jueces que componían la sala. Frente a las interpretaciones más extremistas de los hechos acaecidos en el bar Faisán, los jueces conceden que hubo delito, aunque sin especificar cuál, pero respetando las garantías debidas a todo procesado concluyen que con lo actuado no se puede inculpar a los acusados. Con esta decisión, la Audiencia devuelve la instrucción al punto de partida, puesto que obliga a buscar indicios más sólidos que los aceptados por el juez Ruz para determinar la autoría del chivatazo. No admitiendo la responsabilidad penal de los mandos policiales, la Audiencia concluye que cinco años de investigaciones no han dado fruto alguno.


El fallo de la Audiencia suspende de momento una polémica que a lo sumo reportaría al Partido Popular unos réditos electorales que no necesita, pero que, en contrapartida, contribuye gravemente a enrarecer el clima que debería prevalecer en la lucha antiterrorista. Nunca se ha estado tan cerca del fin de ETA, lo que exige de las fuerzas democráticas minimizar las zonas de fricción en las que se pueden cometer errores. Sobre todo cuando no se refieren a la política que conviene adoptar de ahora en adelante, sino a hechos que nunca tuvieron consecuencias: todos los que evitaron ser detenidos supuestamente por el chivatazo acabaron en manos de la policía poco después.

Con el fallo de la Audiencia en la mano, y a punto de ganar las elecciones de noviembre si se cumplen los pronósticos, el PP tiene ante sí la elección de preparar el camino para un consenso antiterrorista que deberá liderar desde el Gobierno o, por el contrario, reclamar el monopolio de una eventual victoria sobre los terroristas. Además de intolerablemente injusta con quienes los han combatido durante más de tres décadas, esta última opción podría resultar ilustrativa de una actitud prepotente y revanchista con la que el PP se dispondría a ejercer el Gobierno.

La Audiencia ha establecido que en el caso Faisán se cometieron delitos, y ha instado al instructor a que determine quiénes fueron los autores y las responsabilidades en las que pudieron incurrir. Los ritmos de la justicia impedirán, seguramente, que ambas cuestiones se sustancien antes de las elecciones y, por eso, llevar el caso a la campaña pondría de manifiesto que la lucha antiterrorista sigue sin ser un asunto de Estado.


El País – Editorial

El impune vuelo del faisán

Esta bochornosa decisión de la Audiencia Nacional parece pensada para forzar a Ruz a hacer lo que Garzón quiso hacer 'motu proprio': olvidarse del caso y decretar el archivo de la causa.

Se supone que lo que el pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional tenía que decidir era si el chivatazo a ETA, por el que el juez Ruz había dictado auto de procesamiento contra la cúpula de Interior en el País Vasco, era constitutivo de delito por colaboración con banda terrorista –penado con hasta diez años de cárcel– o tan solo un delito de revelación de secretos y encubrimiento, con penas mucho más leves. La propia convocatoria de este pleno por parte de su presidente, Javier Gómez Bermúdez, ya causó sorpresa en su día, pues no había precedentes de que esta instancia hubiera sido convocada para entender de un recurso de apelación contra un auto de procesamiento. Más aun cuando la controversia que supuestamente la justificaba era algo tan absurdo como cuestionar que el chivatazo fuera un delito de colaboración con banda armada por el hecho de que no hubiera afinidad ideológica entre el colaborador y la banda terrorista.

Tanto la lógica más elemental como una abundante jurisprudencia dictaminan que el delito de colaboración "no exige que el colaborador comparta los fines políticos o ideológicos de los terroristas", tal y como afirmó en su día el propio Gómez Bermúdez en su sentencia del 11-M. Que el pleno de la Sala hubiera ahora dictaminado lo contrario habría sido torcer la ley, contrariar la jurisprudencia y cuestionar todas las condenas que han llevado a prisión a muchos delincuentes que han colaborado con terroristas sin tener afinidad ideológica alguna con ellos.


Ahora bien, la decisión que finalmente ha tomado el pleno de la Sala no debería resultarnos menos escandalosa, pues no sólo no dirime la naturaleza del delito que se perpetró en el bar Faisán, sino que revoca el procesamiento de la cúpula policial de Rubalcaba al no ver "indicios suficientes" contra sus integrantes. Que el caso vuelva nuevamente al juez Ruz, al que hipócritamente se pide que siga investigando, constituye una nueva pirueta que sólo parece perseguir el archivo de la causa mediante el cansancio de las acusaciones y del propio instructor. El juez Ruz ya ratificó que los dos ex altos mandos policiales y el inspector debían ser procesados, y serlo por un delito de colaboración con banda armada. Para ello se basó en un concienzudo informe final de conclusiones que encargó al equipo policial que investigó el caso, y que aportaba elementos más que de sobra no ya para procesar a los imputados, sino incluso para seguir investigando quién fue el eslabón último de la cadena del chivatazo.

Teniendo siempre presente las recientes informaciones que aseguraban que los imputados habrían amenazado a sus superiores con tirar de la manta en caso de ser procesados por colaboración con banda armada, esta bochornosa decisión de la Audiencia Nacional parece pensada para forzar a Ruz a hacer lo que Garzón quiso hacer motu proprio: olvidarse del caso y decretar el archivo de la causa.


Libertad Digital – Editorial