lunes, 10 de octubre de 2011

La muñeira de Pepiño. Por Iñaki Ezkerra

Rubalcaba ha ido a Lugo a comer pulpo con Blanco y a decirles a los padres de éste que tienen «un hijo honesto». No es a los padres de Blanco a los que hay que convencer de semejante cosa pues no hay padre que piense mal de su hijo. Ni madre. La de Roldán también tenía de éste un alto concepto que consta en las hemerotecas ya que no en los juzgados. Los padres y las madres tienden a pensar que, si su hijo ha hecho una barrabasada, es por culpa de las malas compañías. La compañía de Pepiño es Rubalcaba y no resulta muy tranquilizadora. Pocos partidos pueden presumir de tener unos líderes tan metidos en malos pasos y malos casos como el «Faisán» y el «Campeón».

Dos «amistades peligrosas» porque los dos van de sucesores de Zapatero. Cada uno quiere lo que quiere el otro y tiene para el otro preparadas la pala de enterrador y la lápida de la defunción política. El candidato sueña con ser campeón en las elecciones y el «Campeón» sueña con ser candidato a la Secretaría General después de que el candidato se la pegue el 20-N. Los dos están en los mismos umbrales de los tribunales y el abrazo que se han dado en Lugo no es el del oso sino el de los osos. «Ay Pepiño, adiós, no te vayas a ahogar en la playa» dice una famosa muñeira un tanto ambigua, pues no se sabe si le despide o le retiene. Es la que le canta Rubalcaba a un Blanco que a su vez le abre los brazos pero no los cierra. La impresión que dan esos dos comiendo pulpo a la gallega es que en ese restaurante de Lugo se han juntado el hambre con las ganas de comer.


La Razón – Opinión

Regeneración. El problema es el PSOE. Por Emilio Campmany

Se impone otra izquierda, pero, para tenerla, hace falta que el PSOE se dé dos batacazos, éste que se va a dar ahora, y otro que lo borre del mapa y lo sustituya una izquierda, no ya moderna, que es cosa que se figura imposible, sino nacional.

España, muy a pesar de sus políticos, se dirige hacia un período constituyente. El invento que llamamos Estado de las autonomías ha quebrado. En el futuro podremos discutir si era o no políticamente deseable, pero de lo que no cabe duda es de que no podemos pagarlo. De forma que, por muy contentos que puedan estar en La Rioja o Cantabria de tener sus propias cámaras legislativas, por muy felices que sean en Murcia o Asturias de disfrutar de sus propios ministros, resulta que no hay dinero con qué financiarlos.

Tendremos que tomar muchas y muy graves decisiones, como la de si tienen que seguir disfrutando de la autonomía aquellas regiones donde hay nacionalistas o si, para que todos seamos iguales, hay que liquidar las Comunidades Autónomas incluso allí. Habrá que quitarles a vascos y navarros el chollo del concierto económico y ver cómo les sienta. Y mil cosas más que habrá que hacer.

Ya no es cuestión de si el PP quiere o no quiere hacerlo porque ocurre que no tendrá más remedio. Somos como esa familia venida a menos que ya no puede vivir en La Moraleja o Pedralbes y sólo le queda la libertad de decidir si se traslada a Parla o a Fuenlabrada, o a Santa Coloma de Gramanet o a Badalona. Para tal viaje no estaría mal que se deshiciera de los políticos que, por lo que sea, visten la imagen del despilfarrador. Se han quitado de encima a Camps y no estaría mal que hicieran lo propio con Gallardón. Pero no es lo esencial.


Lo esencial es que, aunque el PP llegara a obtener 200 escaños, hazaña sólo al alcance del mastuerzo de Rubalcaba, es una reforma que los populares no pueden hacer solos. Se puede, y se debe, prescindir de los nacionalistas, que han traicionado el consenso constitucional de 1978. Pero la derecha no puede hacer esa reforma, económicamente ineludible, sin el concurso de la izquierda. Y lee uno los cabezas de lista que presenta el PSOE y se figura imposible ir a ninguna parte con gente como Leire Pajín, José María Barreda, Trinidad Jiménez, Jesús Caldera, Francisco Caamaño, Odón Elorza o Rosa Aguilar. El Grupo Parlamentario socialista en el Congreso de los Diputados va a ser de este estilo. Ya me dirán qué regeneración puede emprenderse con gente como esta viajando en el mismo vagón.

Se impone otra izquierda, pero, para tenerla, hace falta que el PSOE se dé dos batacazos, éste que se va a dar ahora, y otro que lo borre del mapa y lo sustituya una izquierda, no ya moderna, que es cosa que se figura imposible, sino nacional, esto es, interesada principalmente en el bien de la nación. Y no hay tiempo para eso porque los acreedores aporrean la puerta principal y los lobos ladran al otro lado de la de servicio. Y es que el PSOE, por no hacer nada bien, ni suicidarse sabe con eficacia.


Libertad Digital – Opinión

Rajoy, sin propuestas. Por José Luis Gómez

Mariano Rajoy parece llamado a ser mejor presidente que candidato y para que no quepan dudas tampoco en la convención de Málaga dio pistas de su glamour como aspirante. Rajoy apeló a la concordia -"quiero ser el presidente de todos los españoles, no solo de los militantes del Partido Popular", dijo con énfasis- pero no concretó sus propuestas, lo cual solo cabe interpretar como una manera de no asustar a nadie y de sumar a cuantos más, mejor. La previsible victoria del PP el 20-N -Rajoy se muestra, de hecho, como si ya hubiera ganado las elecciones- da pie para que se hable más de ministrables, empezando por Gallardón, que de programa de gobierno.

El objetivo del PP no es otro que obtener la mayoría absoluta, a sabiendas de que probablemente tendrá que tomar decisiones duras, como ya hizo Zapatero en su segunda legislatura. Es lo que hay, y lo que hay en España hoy es muy poco: poco trabajo, poco dinero y poco margen de actuación.

En la convención programática sin programa hubo buenos propósitos pero no soluciones concretas a los problemas de España, ni menos aún promesas. Mariano Rajoy trata de llegar a la Moncloa con las manos libres, de manera que haga lo que haga nadie le pueda reprochar nada. Es comprensible en su papel de líder electoral, incluso puede explicarse en parte como producto de su desconocimiento de posibles realidades ocultas, pero no por ello deja de constituir un importante déficit político del PP y a este paso del conjunto del país.

Claro que el candidato del PSOE, Rubalcaba, tampoco va más allá que Rajoy cuando dice que si los españoles le dan su confianza, lo primero que hará será sumar a todos en un pacto por el empleo. A unos y otros les cuesta decir lo que nadie quiere oír: el ajuste puede hacer necesario subir los impuestos y rebajar los salarios. El día que sepamos que hará el futuro Gobierno con el IVA y el IRPF sabremos hasta qué punto se mantendrá el Estado de bienestar.


Periodista Digital – Opinión

Dorribo, el hombre que terminará de hundir a Rubalcaba. Por Federico Quevedo

El pasado 24 de mayo el empresario lucense Jorge Dorribo viajaba en uno de sus coches en compañía de un empleado suyo que hacía las veces de conductor. No iban lejos. De hecho, viajaban con lo puesto y unos 3.000 euros encima. Como mucho, les daba para huir una semana a Santiago de Compostela. Aún así, y sin que ellos los supieran, la magistrada Estela San José había ordenado su detención inmediata por riesgo de fuga. Dorribo y su acompañante fueron interceptados por un vehículo camuflado de la Policía Nacional. Tanto es así que, en un primer momento, el empresario pensó en un secuestro, hasta que empezó a ver a policías armados hasta los dientes que los sacaron del coche y, tras tumbarles en el suelo, los registraron y esposaron para conducirlos ante la jueza. A la misma hora, otro grupo de policías detenía a la esposa del empresario, que en ese momento llevaba a su hija al colegio. La escena se repitió entre los gritos y sollozos de la niña y las súplicas de la madre para que la permitieran llevarla hasta la escuela. Al final, la niña se vio obligada a llamar por teléfono a la asistenta familiar para que la recogiera.

La acción contra Dorribo y otras seis personas más se enmarcaba en la llamada ‘Operación Campeón’, una investigación sobre presuntos delitos de cohecho, prevaricación y fraude fiscal -facturas falsas de IVA- que afectaba a varios empresarios y al Instituto Gallego de Promoción Económica, y que abarcaba desde tiempos del Bipartito hasta la actualidad. Entre los detenidos se encontraba el responsable del organismo, Joaquín Varela, y otros directivos. Todos ellos dimitieron por orden expresa del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. El día 25, Dorribo prestó declaración ante la juez y negó todas las acusaciones que sobre él pesaban, tras lo cual ingresó en prisión. Pero cada día que pasaba, lejos de su familia y de su entorno, Dorribo se iba hundiendo hasta que no aguantó más y aconsejado por su abogado, Ignacio Peláez –al cual accedió por el consejo de unos amigos que nada tenían que ver con el PP ni con Gürtel ni con nada de todo eso-, cantó La Traviata.


Debió de ser enorme la sorpresa de la juez cuando en la declaración del empresario se empezó a encontrar con personajes sobre los que hasta ese momento no había sospecha alguna, entre ellos nada menos que todo un ministro de Fomento y portavoz del Gobierno, el también lucense José Blanco, al que Dorribo dijo haber entregado 400.000 euros a cambio de unas gestiones. ¿Qué gestiones? Para entender esto es necesario saber de quién estamos hablando. Jorge Dorribo no era nadie o, dicho de otro modo, era un don nadie que intentaba a duras penas levantar una pequeña empresa químico-farmacéutica sin mucho éxito. Hasta que, de pronto, descubrió y desarrolló un aceite que permitía la conservación de prendas de piel guardadas durante el verano.

A partir de ahí, Nupel empezó a crecer hasta convertirse en una compañía importante, sobre todo en la comercialización de unidosis farmacéuticas, un negocio para el que necesitaba contar con la colaboración de administraciones públicas favorables a los productos genéricos. Había conseguido trabajarse bien a la administración gallega durante los tiempos del Bipartito y mantenía una buena relación con la Xunta del PP, pero quería más. Y nadie mejor para echarle una mano que otro gallego, también de Lugo como él, y con un puesto destacado en el Gobierno y en el Partido Socialista.

¿Cómo llegar hasta José Blanco? No le costó mucho. Lo primero que hizo Dorribo fue despedir a la empresa que se ocupaba del mantenimiento de la planta de Nupel y contratar a Manuel Bran, un ‘manitas’ de la zona, experto en chapuzas y, a la sazón, primo político de Blanco. A partir de ahí, llegar hasta el ministro de Fomento fue fácil. Se vieron unas cuantas veces y Blanco empezó a frecuentar al empresario, hasta el punto de que testigos presenciales le han visto entrar y salir de la casa de Dorribo en Lugo a la hora de la cena… Quizá no eran amiguitos del alma, pero había algo más que un mero encuentro fortuito, de otro lado a Blanco nunca se le hubiera ocurrido citarlo en una gasolinera. ¿Qué quería Dorribo? Pues es bien sencillo: que Blanco intercediera ante la ministra de Sanidad, Leire Pajín, para facilitar los negocios de Nupel. Y si para ello había que ser generosos, Dorribo era -es- un hombre acostumbrado a serlo, más allá de la austeridad familiar -aunque no ha podido resistir la tentación de adquirir un barco y una pequeña aeronave-.

¿Qué puede ocurrir ahora? Lo cierto es que el secreto del sumario sigue activo, pero de alguna manera su contenido ha llegado a los medios de comunicación y es más que probable que en los próximos días José Blanco se encuentre con más sorpresas en las portadas. Sorpresas desagradables. Si fuera coherente con lo que él mismo ha exigido a los demás -sobre todo al PP- en situaciones parecidas, debería dimitir. Pero no lo va a hacer porque sabe que eso supondría perder el aforamiento, la única tabla a la que puede agarrarse en el futuro. Mientras tanto, va a ser una carga muy pesada para la campaña de un candidato que parte con todas las de perder. Un candidato que alguna vez creyó que le amargaría el dulce a Mariano Rajoy con el ‘caso Gürtel’, y que ahora ve como el destino le paga con la misma moneda a cuenta de la des-honestidad del hombre al que hace un año ligó su propia suerte: Pepiño Blanco.


El Confidencial – Opinión

Candidatos. Por José María Marco

Como aquí el Partido Socialista, Obama y su equipo han decidido apostar por una precampaña dirigida a la parte más extrema de su electorado, a las minorías y, ahora, a los indignados norteamericanos, aún más ridículos, si cabe, que los nuestros.

La decisión contrasta con el estilo de la campaña del 2008, cuando los demócratas vertían sobre los electores eslóganes balsámicos e insignificantes, destinados a recoger un sufragio lo más amplio posible. Indica, como en el caso español, un notable grado de desesperación e incluso una punta de pulsión suicida que no augura nada bueno para el estado de salud, por así decirlo, de Estados Unidos.

Por eso no ha sido buena la noticia de que Chris Christie se retiraba de la carrera para la candidatura republicana. Christie es el gobernador de New Jersey, hombre arquetípico de un Estado caracterizado por su voluntad de atenerse a la realidad de los hechos, por su claridad, su franqueza… su prosaísmo, se podría decir, frente a los altos vuelos líricos, tan inanes y zapaterescos, del actual presidente. Nada de eso impide a Christie tener posiciones propias en muchos aspectos. Tal vez por su apego a la realidad de las cosas, Christie es un hombre moderado, centrista, dialogante y nada dogmático.

Ha sido eso, sin duda, lo que le ha llevado a retirarse de la carrera electoral. Las bases republicanas están exasperadas por la política de Obama, y responden al estímulo con una dosis extra de radicalismo. Sin embargo, lo que sirvió para movilizar al electorado en 2010, cuando el Partido Republicano parecía a punto de colapsarse, no sirve para elegir una figura de significado tan universal, en cierto sentido, como es el presidente. Christie parecía hecho a propósito para conseguir este sufragio.


Por otro lado, frente a la capacidad de destrucción de los soñadores hace falta alguien capaz de presentar una gran idea, un horizonte de cambio que devuelva la confianza a la gente. Desde esta perspectiva, Rick Perry, gobernador de Texas, presenta algunas bazas notables que empañan las salidas de tono excéntricas que le enajenarán a los electores más templados: una de las bazas del Tea Party fue no meterse en asuntos morales. Mitt Romney, el antiguo gobernador de Massachussets, parece ahora el más presidenciable, pero tiene un perfil tecnócrata que no acaba de hacer de él un candidato verosímil en un país en el que el presidente tiene que suscitar la identificación de sus compatriotas. Quizás el hispano Marco Rubio, como vicepresidente, pueda echarle una mano, y así se va preparando para cuando los hispanos volvamos a tomar toda América.

Va emergiendo Herman Cain, modelo del hombre hecho a sí mismo, empresario de éxito, con los pies en el suelo y capacidad para infundir confianza. Es cierto que Cain carece de experiencia política, pero eso mismo, en un momento en el que se requiere cambiar las formas políticas de los últimos años, puede acabar convirtiéndose en una ventaja. Como se ve, entre España y Estados Unidos hay diferencias inmensas pero también algunas similitudes.


La Razón – Opinión

Demagogia nacionalista. El PER de Duran Lleida. Por José García Domínguez

Después de haber confundido a Javier de la Rosa con Steve Jobs, uno resta inhabilitado de por vida para impartir magisterio sobre ética civil.

Como es sabido, la miseria intelectual que en España suple al debate político, cotidiana sopa boba cocinada a base proclamas atrabiliarias y demagogia garbancera, encuentra su cenit en los periodos de celo electoral. Es entonces cuando se desarrolla en todo su esplendor el concurso de lanzamiento de carnaza retórica a las plebes audiovisuales. Y esta vez no iba a ser menos. Así, que los beneficiarios andaluces del PER se lo gastan en vino peleón, acaba de proclamar con un mohín de asquito el más ilustre inquilino del Palace, ese afamado estajanovista que responde por Duran Lleida. Si bien al modo zafio, Duran no ha hecho más que repetir en público lo que tantos afirman en privado. Una actitud, la suya, que hasta hubiera sido valiente si no viniese de quien viene.

Y es que, después de haber confundido a Javier de la Rosa con Steve Jobs, uno resta inhabilitado de por vida para impartir magisterio sobre ética civil. Ni sobre nada. En fin, igual ha dado en sentenciar Duran que él está contra la "cultura del subsidio". Un repudio que, de demostrarse sincero, lo abocaría a dos renuncias fulminantes. Ipso facto, debiera dimitir de todos sus cargos en CiU. Acto seguido, tendría que abdicar de la condición misma de catalán. Un trámite que, siendo de Huesca, acaso no le resultaría en exceso arduo. Aunque difícil veo que Duran deje de dirigir el cuadro de actores que representa en escena a la célebre burguesía catalana, ficción teatral que todavía consigue deslumbrar a algunos ingenuos de la Meseta.

Esos mismos que, cuando se topan con los restos de una clase que alguna vez se quiso dirigente, suelen referirse a "un importante empresario catalán". Contradictio in terminis donde las haya. Pues no queda nadie que reúna los tres atributos en su persona. Hoy, si un empresario es importante, seguro que no es catalán. Y si es catalán, seguro que no es importante. A lo sumo, perviven algunos medianos industriales perfectamente irrelevantes. Amén de otros tantos ejecutivos que nada pintan en las decisiones estratégicas de las multinacionales que les pagan un sueldo. Y fuera de eso, las peonás de la construcción nacional. Los mil y un sucedáneos identitarios del PER. Eso sí, regados todos con Aromas de Montserrat.


Libertad Digital – Opinión

Copago en la Justicia

Con tres millones doscientas mil causas pendientes de resolución, los tribunales españoles bordean el colapso y todos los esfuerzos que año tras año realizan las administraciones para aliviar su saturación resultan estériles.

España es uno de los países europeos con mayor litigiosidad, debido en parte al «hipergarantismo judicial» del sistema, pero también a la ligereza con la que se acude, por razones culturales y sociales, a los tribunales. Las consecuencias están a la vista de todos: acumulación de casos, procesos inacabables, lentitud judicial, desmotivación de los jueces y pérdida de confianza del ciudadano en la Justicia. Además, si se tiene en cuenta que el coste medio de cada procedimiento se sitúa entre los 1.500 y los 1.800 euros, el hachazo que sufren las arcas públicas resulta escalofriante. Sería una frivolidad achacar a tal o cual Gobierno la desastrosa situación a la que se ha llegado, aunque es cierto que en estos siete años de gestión socialista los ministros de Justicia (López Aguilar, Fernández Bermejo y Caamaño) han brillado por su ineficacia y sectarismo. Para poner orden y frenar esta metástasis en los tribunales son necesarias reformas estructurales que afecten a la propia organización judicial y cambios legislativos que aporten agilidad y operatividad a los procedimientos. Pero no es suficiente. También el ciudadano está obligado a colaborar en la solución del problema. En este punto, la Asociación Profesional de la Magistratura (APM), la más numerosa y representativa de la carrera judicial, ha formulado una propuesta sobre la que convendría abrir un amplio debate. Se trataría de introducir el copago mediante una tasa que deberían abonar aquellos que voluntariamente acudan a la Justicia o mantengan abiertos procedimientos aun a sabiendas de que son nulas las posibilidades de que prosperen sus pretensiones. Como es natural, del copago quedarían excluidas las acciones de la jurisdicción penal. En contra de esta fórmula puede argumentarse que perjudica a los que carecen de medios y que fomenta una Justicia sólo «para ricos», con lo cual se cercenaría el acceso universal y en igualdad de condiciones a este derecho. Para evitar que tal cosa suceda, la APM propone un sistema de compensación en virtud del cual quien pierda el litigio asumirá el pago de las tasas de las dos partes. La propuesta, naturalmente, es perfectible y puede ser completada con otras variantes, pero lo que resulta indiscutible es que la maquinaria judicial requiere de la colaboración ciudadana por razones de eficacia, pero también para impedir que se abuse de un servicio básico del Estado de Derecho que pagamos todos los españoles. Al no disuadir a los litigantes sin fundamento o interesados en prolongar artificialmente un proceso para obtener beneficio personal, el sistema carga el coste sobre los demás ciudadanos y castiga a aquel que sí tiene motivos fundados para acudir a la Justicia. La propuesta de la AMP es razonable y, a diferencia de lo que sucede en el campo de la Sanidad, no parece que pueda suscitar una oposición tan rotunda. Merece la pena abrir el debate y sería de agradecer que los partidos políticos lo incluyeran en la campaña electoral de forma sosegada y constructiva.

La Razón – Editorial

Promesas desde Berlín

La recapitalización bancaria acordada por Merkel y Sarkozy exige el rescate inmediato de Grecia.

Angela Merkel y Nicolas Sarkozy repitieron ayer en Berlín la misma táctica que han venido desplegando ante los sucesivos episodios de la crisis financiera europea. Anunciaron que Francia y Alemania han pactado un plan para recapitalizar los bancos, pero dejaron la concreción y la aprobación del plan para finales de octubre; prometieron una pronta ratificación de la reforma del Fondo de Rescate Europeo, pero también queda aplazada hasta finales de este mes, cuando se aprobó ya en una cumbre a finales de julio; y aseguraron que, también antes de noviembre, ambos países presentarán un paquete de medidas para restablecer la zona euro, pero sin más precisiones. Es decir, Sarkozy y Merkel siguieron la táctica de calmar a los mercados, aunque en esa tarea sea más efectivo el acuerdo entre Francia, Bélgica y Luxemburgo para salvar el banco Dexia. Una solución que incluye la creación de un "banco malo", equivalente en principio a una socialización de las pérdidas.

Sin más precisiones, el acuerdo entre Francia y Alemania para recapitalizar la banca europea es una declaración satisfactoria pero difícil de valorar. Se mire como se mire, una segunda recapitalización de la banca europea es un fracaso, porque significa que las pruebas de resistencia ya no servirán para ofrecer confianza a los inversores ni a los propios bancos y porque, lógicamente, no hay razones para que la que se prepara sea la última inyección de dinero que necesitan las entidades financieras. Nada impide que la crisis de la banca, que en un principio se produjo por las hipotecas basura y ahora se debe al deterioro de las deudas nacionales, se manifieste a corto plazo por otras causas o debilidades.


El acuerdo entre Francia y Alemania pide además una cierta reflexión estratégica para que no se convierta en un remiendo más. Francia, Alemania y el BCE tienen sobre la mesa tres problemas: el bancario, que implica una recapitalización de entre 300.000 y 400.000 millones para hacer frente a las pérdidas causadas por la crisis de la deuda; el del rescate de Grecia, en el que también está involucrado el Fondo Monetario Internacional; y la cuestión del instrumento institucional adecuado para combatir la crisis de deuda, es decir, las nuevas funciones del Fondo de Estabilidad. Parece lógico calcular que el problema que hay que resolver primero es el de Grecia. Porque si no es así, el deterioro de la deuda griega seguirá depreciando los activos de la banca.

Francia y Alemania parecen conscientes de la dureza de la crisis, pero no ven con la misma claridad que una parte importante de esa complejidad es que requiere decisiones rápidas. Por el momento, Merkel y Sarkozy ofrecen la misma mezcla política: soluciones acertadas, pero en plazos poco concretos y sin seguridad política alguna. Quizá los Parlamentos nacionales no aprueben el plan franco-alemán de recapitalización, o quizá se crucen otras elecciones. Remedios a corto plazo para una crisis que requiere decisiones en profundidad y un auténtico Gobierno europeo.


El País – Editorial

Rajoy después de Málaga

En esta hora del liderazgo abrumador e incontestable queremos recordarle que en Málaga no estaba gente que todos sabemos con cuánto orgullo luchó por hacer del PP un partido digno y responsable, lo más alejado posible del oportunismo y el cambalache.

El Partido Popular ha celebrado su Convención Nacional en un ambiente de entusiasmo desmedido pero asentado en los resultados que adelantan todas las encuestas: una victoria espectacular en las elecciones del 20 de noviembre, como espectacular se espera sea el batacazo del Partido Socialista, que podría incluso empeorar los resultados cosechados por Felipe González en 1977 (118 escaños) y por Joaquín Almunia en 2000 (125).

Convendría, empero, que Mariano Rajoy y todos los que le han jaleado en el happening malagueño tuvieran presentes los datos que no destacan de esas mismas encuestas que, pletóricos, airean: el PP sube mucho menos de lo que baja el PSOE, la abstención parece que será elevada y Rajoy inspira menos confianza y es menos valorado que el candidato del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. Es decir, que Rajoy está donde está no sólo, como aseguró, por el apoyo de los que le han jaleado en el happening malagueño, sino, principalmente, por los espantosos deméritos del rival, que, como bien dijo el político gallego, va a dejar "la peor [herencia] que jamás ha recibido un Gobierno en democracia".


En Málaga, Rajoy volvió a dejar de lado la concreción en beneficio de lo abstracto y lo simbólico. Sigue sin desvelar su programa y llamando a la cooperación, a la conciliación, a la inclusión, al acuerdo, lo cual no deja de ser oportuno en un país que vive horas críticas y arrasado por el sectarismo, tantas veces atizado sin vergüenza desde el poder. En la hora de la refundación nacional, invocó los precedentes de José María Aznar y Adolfo Suárez. Todos lo han destacado; nadie, en cambio, parece recordar el oneroso y trágico coste que hubo de pagar Aznar –no precisamente el presidente más dialogante en su última legislatura– por la defensa de sus posiciones de principio –que le criticaron incluso compañeros de partido que hoy ocupan en el mismo posiciones de primer nivel–, así como que una parte no menor de los problemas institucionales y nacionales que padece España tiene su origen, precisamente, en los años Suárez, signados, en su cara negativa, por las cesiones ante el nacionalismo, el terrorismo y el socialismo.

Los acuerdos, en esta hora, son de todo punto necesarios, pues las reformas y medidas que han de ejecutarse son del más hondo calado. Pero la base irrenunciable de todo ello han de ser España y la Libertad. No podemos, no debemos permitirnos seguir cediendo en esto. Rajoy ha prometido que sabrá ser, además del presidente de todos, un presidente valiente. Ciertamente, nada le resultará más necesario.

A la hora de los agradecimientos, el candidato popular tuvo palabras para los que le han apoyado durante todos estos años y, por extensión implícita, para los que no lo han hecho. "Gracias muy sentidas por algo que me afecta muy personalmente. Si estoy aquí, y no sabéis con cuánto orgullo –se reivindicó–, es porque vosotros habéis querido. Vosotros, y nadie más. Vosotros, y a pesar de todo". A pesar de todo, en esta hora del liderazgo abrumador e incontestable queremos recordarle que en Málaga no estaba gente que todos sabemos con cuánto orgullo luchó por hacer del PP un partido digno, serio, responsable, lo más alejado posible del oportunismo y el cambalache. Gente a la que hay que dar gracias muy sentidas, pues su lucha por España y la Libertad les ha afectado muy personalmente. También aquí Rajoy deberá demostrar ser lo que pretende: un hombre de Estado con gran altura de miras.


Libertad Digital – Editorial