martes, 11 de octubre de 2011

Paz sucia. La paz como chantaje. Por Guillermo Dupuy

No sé si, como Ardanza afirma, Rajoy tiene "un talante mucho más favorable para pasar esta página desgraciada". Lo que sé es que existe la suicida tentación de llamar "paz" al chantaje y "pasar pagina" a la impunidad.

Ya he dicho en ocasiones anteriores que esperaré a que ETA nos anuncie su arrepentimiento y su incondicional e irreversible disolución para plantearme si la organización terrorista nos hace trampas. Mientras tanto me sigue y seguirá preocupando las trampas que hace buena parte de la clase política y mediática de nuestro país presentándonos los chantajistas comunicados de tregua de la banda -así como los no menos chantajistas pactos de sus voceros en pro de la autodeterminación y de la amnistía-, como si de la derrota del terrorismo se tratara.

En cualquier caso, ya tenemos buena prueba de qué falsa y chantajista "paz" es la que podemos esperar de ETA viendo cómo nos la presentan no sólo los terroristas: así, el diario Deia, órgano oficioso del PNV, planteaba el pasado 30 de septiembre lo siguiente: "Si se confirma lo que la mayoría de las encuestas predicen, el 20 de noviembre puede abrir el tiempo del PP en el Gobierno español. Y Rajoy puede no ser refractario a la tentación de acometer el final de la banda a través de la detención del centenar de activistas que, según el Ministerio de Interior, siguen operativos y de alguna manera identificados y localizados. Los riesgos de una actuación de este tipo serían altos y los miembros del grupo de verificación son conscientes de ello. Cualquier error en las detenciones podría desencadenar una respuesta militar de ETA y un retraimiento de posiciones entre sus bases, lo que podría acarrear una vuelta en el proceso hacia postulados ahora en vías de superación".


Ya ven. A los terroristas Deia los llama "activistas"; a su actividad criminal, "respuesta militar". Al mismo tiempo, el diario nacionalista vasco presenta el deber moral, político y legal de detener a los etarras que siguen prófugos de la Justicia como algo pecaminoso, como una "tentación", o cuanto menos un "error". Si ya resulta bochornoso que así se denigre lo que no es sino una permanente e irrenunciable exigencia de cualquier Estado de Derecho, peor aun es que se le acuse de desencadenar una respuesta militar –léase criminal- por parte de ETA.

Lo cierto es que yo, como Deia, también creo que ese riesgo existe pero no porque los etarras hayan abandonado o estén en "vías de superar unos postulados" de violencia, sino, muy al contrario, porque siguen instalados en la lógica del chantaje. Un chantaje que, diga lo que diga Deia, no solo pasa por conceder impunidad a los terroristas que siguen en libertad, sino por dar pasos a hacia la "amnistía total" de los que ya están en prisión, tal y como nos exigen los comunicados de alto el fuego o el Pacto de Guernica. Eso, sin olvidar la neutralización de la Ley de Partidos y la negociación de un "nuevo marco juridico-político" que contemple el mal llamado derecho de autodeterminación.

Yo no sé si Rajoy cumplirá su deber de detener a los terroristas que quedan en libertad, o por el contrario, mostrará, tal y como apuntaba este lunes Ardanza con envilecida esperanza, "un talante mucho más favorable para pasar esta página desgraciada". Lo que sé es que existe la suicida tentación de llamar "paz" al chantaje y "pasar pagina" a la impunidad. Una tentación en la que muchos ya han caído.


Libertad Digital – Opinión

Desparrame sentimental. Por J. A. Gundín

Mal que le pese a Rubalcaba, el verdadero lastre electoral del PSOE no es Zapatero ni su legado de escombros, sino el vacío ideológico y moral que arrastra desde que Felipe González dejó las siglas hechas unos zorros hace 15 años. Si el partido se desliza hacia el despeñadero no es por falta de líderes avezados, sino de discurso; no porque carezca de feligreses, sino de fe. Sus recetas son rancias, su crédito intelectual está agotado y por el camino ha extraviado su carné de identidad: lo que pueda diferenciar a la socialdemocracia del centro derecha se reduce a los gustos decorativos, al papel pintado de la pared, no a las cañerías ni los tabiques de la casa. En las elecciones de mayo no fracasaron sus candidatos, naufragó la nave entera porque no tenía nada que ofrecer que el PP no pudiera hacer mejor y más barato. Los socialistas quisieron refundarse con aquel experimento llamado Nueva Vía, en el año 2000, pero cayó sobre ellos la peor de las maldiciones: llegaron demasiado pronto al poder sin haber curtido el ideario ni bruñido los principios. La intuición suplantó a la planificación, la imagen a la reflexión, el eslogan al razonamiento, la sonrisa a la idea y el «buen rollito» a la verdad desnuda. La realidad era secundaria; lo importante era cómo se contaba. Es lo que Santiago González ha llamado con gran sagacidad el «desparrame sentimental», expresión que define con exactitud la era zapaterista. En su excelente libro «Lágrimas socialdemócratas», imprescindible para comprender por qué al PSOE le aguarda la debacle el 20-N, González exhuma con tenacidad de arqueólogo la retórica dominante del socialismo, sus frases rotundas y sus latiguillos de polideportivo. Lo que aflora es el esqueleto del delito: un adanismo de vía estrecha, el buenismo adolescente, la simpleza intelectual y el riego emocional por aspersión. Más que unos gobernantes parecían un club de fans en pleno desparrame, así que cuando la crisis asomó la jeta por el escenario, la despacharon con displicencia como otra maniobra de la derechona. El espejismo duró hasta que Obama y Merkel mandaron quitar la música. Y vinieron los llantos, las «lágrimas socialdemócratas», y el desgarro sentimental de la madre incomprendida: «Me he dejado la piel por todos vosotros». Habría bastado con que hubiera dejado el Gobierno hace tiempo.

La Razón – Opinión

Indignados. Qué raritos son los guiris. Por Cristina Losada

A quién se le ocurre tratar a unos activistas, que albergan en su corazoncito las mejores intenciones, como a unos vulgares rateros. Sí, ese tipo de abusos sólo se dan en ciertos países muy raros, que tienen a gala hacer cumplir la ley.

Escribió Ángel Ganivet que, en la Edad Media, España estuvo a dos pasos de realizar su ideal jurídico, que era aquel que pondría en el bolsillo de cada español una autorización para hacer lo que le diera la gana. Como si quisieran corroborar, ciento y pico años después, la observación del pensador granadino, los indignados españoles creen llevar en la mochila un permiso para acampar donde les plazca. Y bien, por qué no iban a creerlo, si aquí se procedió como si gozaran de una licencia tan singular. Máxime cuando además de la carta blanca que les selló el Ministerio del Interior, los discípulos del abuelo Hessel se sienten portadores de un salvoconducto moral que les faculta para saltarse leyes y normas. Se han criado en el sobreentendido progre de que la obligación que rige para el común de los ciudadanos no afecta de ningún modo a quienes quieren "un mundo mejor" y "cambiar las cosas".

Resulta, sin embargo, que los permisos y salvoconductos que fueron tan eficaces en España, carecen de validez universal y, así, en Bruselas, la avanzadilla de una marcha "por un cambio global" –y dale con el cambio– fue desalojada del parque que pretendía ocupar. Incluso, vaya exceso, hubo detenciones. Y hasta perros, qué crueldad. Aún peor, la Policía belga sólo concedió una única botella de agua mineral para todos los que hubieron de pernoctar en comisaría. Con razón han denunciado los indignados el despiadado racionamiento del líquido. Es una clara vulneración de los derechos humanos y una de similar gravedad a la que sufrió un dirigente español de Greenpeace en Dinamarca. Aquel que tras ser arrestado por irrumpir en un banquete oficial, hubo de soportar largos días de cárcel en compañía de "delincuentes comunes". Aunque, mira por dónde, gracias a la horrible experiencia en las prisiones danesas se considera más que cualificado para presentarse a las elecciones.

A quién se le ocurre tratar a unos activistas, que albergan en su corazoncito las mejores intenciones, como a unos vulgares rateros. Sí, ese tipo de abusos sólo se dan en ciertos países muy raros, que tienen a gala hacer cumplir la ley y aplicarla a todos por igual. Para mayor rareza, la prensa belga apenas le ha dedicado unas líneas a la peripecia de esos indignados. Qué contraste con la constante y afectuosa atención que les prestan nuestros medios gubernamentales y que constituye su salvoconducto primordial. ¿Será que el papanatismo termina en los Pirineos?


Libertad Digital – Opinión

Duran i Lleida pagará en las urnas su insensata soflama. Por Antonio Casado

El representante en Madrid del nacionalismo catalán que llaman moderado, Josep Antoni Duran i Lleida, no se desdice de su soflama. El eterno número dos de CiU endosó a los andaluces el vicio de gastarse en los bares el dinero solidario de los catalanes (parte alícuota de Cataluña en las subvenciones del PER a jornaleros andaluces y extremeños).

Ayer balbuceó algunas aclaraciones suplementarias y lo puso peor. Exculpa a los andaluces y desvia la pedrada hacia quienes subvencionan sus horas muertas en las barras de los bares. Es decir, al Estado. “No voy contra los andaluces sino contra un Gobierno que no encuentra salida para quienes no tiene trabajo”, dijo el portavoz de CiU en el Congreso.

La lógica exculpatoria de Duran choca con la lógica de la realidad. Nadie ha superado en contundencia al PP a la hora de arremeter contra un Gobierno socialista incapaz de generar puestos de trabajo. Sin embargo, no puede ser más significativa su coincidencia con el PSOE -y con IU, cuyo líder andaluz, Diego Valderas, ha llegado a hablar de “xenofobia”-, a escala nacional y a escala andaluza. Todos entienden que las palabras de Duran son injustas y vejatorias.


Muy evidente debe ser la causa que pone del mismo lado al PP y al PSOE en plena campaña electoral. Es la causa de la dignidad herida del pueblo andaluz. Pero, al mismo tiempo, sólo el hecho de estar en campaña, con intereses encontrados en los dos aspirantes a la Moncloa, Rubalcaba y Rajoy, genera un desigual aprovechamiento de este feo episodio.
«Muy evidente debe ser la causa que pone del mismo lado al PP y al PSOE en plena campaña electoral. Es la causa de la dignidad herida del pueblo andaluz.»
Ha sido innumerable el desfile de señaladas voces socialistas que han competido en la lapidación verbal de Duran i Lleida. Como el ex vicepresidente del Gobierno y número uno del PSOE por Sevilla en las elecciones del 20-N, Alfonso Guerra, con su inefable apelación a los “descamisados” frente a los que viven a cuerpo de rey en el Palace. O la calculada identificación de los nacionalistas de CiU con los nacionales del PP que, según la ministra de Defensa y cabeza de lista por Barcelona, Carme Chacón, “son como dos gotas de agua”.

Más parcos han estado los dirigentes del PP. Dentro de nada podrían necesitar como costaleros parlamentarios a los diputados pastoreados por Duran i Lleida. Y no conviene ir más allá de lo que ha ido el líder del PP andaluz, Javier Arenas, que se limita a calificar de “profundamente desafortunadas” las declaraciones de Duran y le pide una rectificación. Se supone que votará a favor de la reprobación presentada ayer por los socialistas en el Parlamento de Andalucía.

Mala cara debe haberle visto Duran a los sondeos si necesita apelar a la parte más mezquina del votante nacionalista. Pero los nervios le han jugado una mala pasada porque lo que haya podido arañar fijando votos nacionalistas es mucho menos que lo que ha regalado en votos a los partidos de ámbito nacional -“eso que ustedes llaman nacional", diría Duran- con sus irresponsables declaraciones.


El Confidencial – Opinión

Crisis.Madrid, una lección para Cataluña. Por Emilio J. González

Quien siembra vientos recoge tempestades, que es a lo que se ha dedicado Cataluña en los últimos años. Y si quieren prosperar, que tomen ejemplo de lo que se hace en Madrid, por muy duro que les pueda resultar a su orgullo.

Los políticos y los medios de comunicación catalanes se han lanzado a una nueva campaña de victimismo a tenor de la catastrófica situación financiera de la Generalitat, que la lleva a desatender servicios básicos como la sanidad mientras sigue dilapidando los recursos públicos en promover el nacionalismo a toda costa. Lejos de realizar el necesario ejercicio de autocrítica, estos personajes se dedican a criticar al resto de España mientras el Ejecutivo autonómico se las tiene que ver con unas cuentas públicas que no cuadran ni a martillazos, sin tener en cuenta que en otras autonomías, como Castilla-La Mancha, Baleares o la Comunidad Valenciana sus líderes están tomando decisiones drásticas ante la calamidad de su situación financiera. Pero, claro, si se fijaran en lo que se hace en otras regiones no podrían levantar la bandera del victimismo para que vengan otros a arreglarles los problemas que se han creado ellos solitos. Quizá deberíamos enviarles un ejemplar del informe Situación Económica y Social de la Comunidad de Madrid 2010, que el Consejo Económico y Social madrileño ha presentado este lunes, porque dicho documento contiene las claves de por qué Madrid va bien y Cataluña no, por mucho que las comparaciones les resulten odiosas a los catalanes.

Los datos del informe, sin embargo, no admiten lugar a discusión. Por ejemplo, Madrid, con un millón menos de habitantes que Cataluña, aporta al PIB nacional casi lo mismo que los catalanes. De ello se deriva que el PIB per cápita de los madrileños (21.834,8 euros) es claramente superior al de Cataluña (19.541,8). Por supuesto, desde Cataluña siempre se dirá que esto se debe a que la Comunidad de Madrid disfruta de una renta de capitalidad que ellos no tienen, y el mismo argumento emplearan para explicar por qué el 75% de la inversión extranjera en 2010 se concentró en Madrid, o por qué el 24% del total de empresas que se crearon en España fue en esta región. Pretender agarrarse a esa excusa, sin embargo, es un ejercicio de negación de la realidad. Si Madrid está económicamente mejor es porque aquí se aplican políticas liberalizadoras, como en materia de comercio, mientras en Cataluña predomina el proteccionismo. Si Madrid prospera es porque es una comunidad abierta que no expulsa a las empresas con sus políticas de inmersión lingüística ni con sus manifestaciones secesionistas. Si, por todo ello, la economía madrileña crece más y genera más empleo, también contará con más recursos para financiar su gasto público. Si, por último, el Ejecutivo de Esperanza Aguirre se dedicó a recortar el gasto público desde que empezó la crisis en 2007 mientras que otros han seguido tirando alegremente de chequera, porque para eso ya estaba Zapatero dispuesto a darles todos los dineros que quisieran, y ahora se encuentran con que no hay recursos porque las arcas del Estado están vacías, es problema suyo. Quien siembra vientos recoge tempestades, que es a lo que se ha dedicado Cataluña en los últimos años. Por tanto, que se dejen de criticar a los demás y apechuguen con las consecuencias del problema que ellos solitos se han creado. Y si quieren prosperar, que tomen ejemplo de lo que se hace en Madrid, por muy duro que les pueda resultar a su orgullo.

Libertad Digital – Opinión

Defensa y ciudadanía

La ausencia de una conciencia clara de defensa nacional y la tradicional y forzosa disciplina militar han velado hasta ahora el conocimiento de la difícil situación en la que viven nuestras Fuerzas Armadas, según se puso ayer de manifiesto en una mesa redonda celebrada en nuestro periódico. No somos conscientes de una realidad que comienza a ser alarmante y afecta con especial relevancia a nuestras misiones en el exterior. Los españoles disfrutamos de unas Fuerzas Armadas profesionales, modernas y capaces, que han llevado y llevan la marca España por todo el mundo con espectaculares resultados. A su preparación, profesionalidad y sacrificio se debe que el nombre de España sea un valor en alza entre los ejércitos extranjeros y que figuremos como el quinto país por su peso real en la OTAN. Y también entre la población civil de las zonas donde han tenido que actuar: son ya más de 135.000 los militares que han participado en misiones en el exterior y resulta gratificante que no se haya producido ni un solo caso de abusos sobre civiles, o actuaciones como las que han llenado de vergüenza a otros ejércitos. Sin embargo, las carencias presupuestarias son ya críticas y a los recortes debidos a la crisis económica se suman los aplicados desde una miope política de Defensa que no ha sido ajena a la tradicional demagogia antimilitarista que impera en parte de la clase política, sobre todo en la izquierda. Con todo, y a pesar de que el presupuesto es insuficiente para cumplir con las misiones que el Gobierno y el Congreso encomiendan a nuestros militares, es mucho más grave la crisis que supone la inexistencia de una conciencia de defensa nacional. Sin ella, es difícil que la ciudadanía pueda asumir que la Defensa es cosa de todos y cada uno de nosotros y que el papel que la Constitución reserva a las Fuerzas Armadas resulta esencial para asegurar la libertad y el Estado democrático de Derecho. La misión de los ejércitos está estrechamente ligada a nuestra seguridad, pero sin olvidar su papel como elemento de vertebración y solidaridad nacional. Los militares españoles viven hoy los efectos de una mala política, aunque son capaces de superar muchas de las minusvalías que impone el ahorro presupuestario, e incluso trabajar lealmente con una legislación bajo sospecha de inconstitucionalidad sobre la carrera profesional. Sin embargo, no pueden hacer frente a la incomprensión de parte de una sociedad que carece de una cultura de defensa nacional y demoniza los «gastos militares» desde la ignorancia partidista. La creación de esa conciencia nacional, de una cultura imprescindible de lo que significan realmente los ejércitos y la Armada, es una de las grandes asignaturas pendientes que arrastramos desde la Transición democrática. Y no basta con el homenaje anual en el desfile de la Fiesta Nacional, o con operaciones de imagen al estilo de la creación de la UME, sino que es preciso explicar a la ciudadanía, y hacerlo desde la escuela primaria a la universidad, lo que hoy suponen las Fuerzas Armadas para España. Y que son la garantía de su futuro.

La Razón – Editorial

En el filo de la navaja

Disolverse es lo que ETA puede hacer por sus presos para que la sociedad acepte su reinserción.

Cuando ETA asesinaba a razón de un muerto a la semana, uno de sus dirigentes "históricos", Peixoto, aclaró en una entrevista el significado auténtico de la consigna de amnistía. Significa que "el Gobierno español reconozca que la lucha que hemos mantenido (...) ha sido correcta y que en cambio la represión que se ha desplegado contra nosotros ha sido injusta". Mucho han cambiado las cosas desde 1982, pero los presos de ETA han vuelto a invocar la amnistía en su adhesión a la Declaración de Gernika, y la hipótesis de un próximo anuncio de retirada de ETA ha suscitado debates sobre el significado actual de esa consigna. Asunto que parece ser motivo de discrepancia entre los principales partidos interesados en un final de ETA sin contrapartidas políticas: PSOE, PP y PNV.

La Constitución contempla la facultad real de ejercer el derecho de gracia "con arreglo a la ley", precisando que esta no podrá "autorizar indultos generales". La diferencia entre amnistía e indulto es que la primera implica anular no solo la pena sino el delito. Por tanto, suele admitirse que si no puede haber indultos generales, menos podrá haber amnistías generales. Pero es un tema que algunos juristas discuten.

Sin embargo, incluso si en teoría fuera posible, sería inadmisible aplicarla a los condenados de ETA. Borrar el delito puede tener sentido tras una dictadura. Aplicarlo ahora sería volver a la doctrina Peixoto: la justificación del terrorismo como una opción política "correcta".


La cuestión sería, por tanto, si son posibles medidas de gracia no generales, y en qué condiciones. En el caso de la autodisolución de ETA (pm), se forzó bastante la ley pero fueron medidas individuales, no un indulto general. Por otra parte, durante años se intentó convencer a los de ETA de que aceptaran un acuerdo en términos de paz por presos, y no, como planteaban ellos, de paz por alternativa KAS, o sea Navarra y autodeterminación.

Esto caducó definitivamente con la bomba de la T-4, y las asociaciones de víctimas, con fuerte apoyo ciudadano en esto, se han convertido en barrera contra cualquier vuelta a aquella fórmula. Sin embargo, tiene fundamento el argumento reciente del exlehendakari Ardanza: "Una vez que desaparezca ETA (...) mientras haya presos de ETA en las cárceles el problema no se habrá resuelto". Es decir, no sería un fin irreversible. Pero también hay experiencia de que si se les ofrecen medidas de gracia lo consideran un derecho y pasan a exigir la negociación política.

Estamos en el filo de la navaja. Las medidas de gracia solo serán posibles, venciendo las lógicas resistencias sociales, cuando se evidencie que el fin de ETA es irreversible. Pero ETA se niega a dar ese paso sin medidas de gracia. Probablemente la clave será que los de Otegi logren convencer a los de las pistolas de que lo que pueden hacer por sus presos es disolverse, para que empiecen a correr cuanto antes los plazos necesarios para que la población acepte medidas de reinserción y de gracia.


El País – Editorial

Duran, un “ministro” contra los andaluces

Con el gobierno de CiU enfrascado en manejar la herencia del tripartito a base de recortes en servicios sociales, la posibilidad de que el electorado castigue duramente a los nacionalistas ha provocado un arrebato anti-españolista del templado Duran.

El representante de Convergència i Unió en Madrid, Josep Duran Lleida, se jacta siempre que tiene ocasión de ser uno de los políticos mejor valorados en las encuestas. El tradicional papel de bisagra que ejerce su formación en Madrid le otorga una magnífica valoración por parte de los electores socialistas, mientras que sus movimientos mediáticos le garantizan un apoyo que en no pocos casos consiste en atribuirle un papel moderador en el nacionalismo catalán y las dosis de realismo que relativizan la grandilocuencia primero de Pujol y ahora de Artur Mas. Sin embargo, el discurso de Duran ha experimentado pocas variaciones desde su irrupción en política, hace más de dos décadas, y ha encajado siempre en la más pura ortodoxia nacionalista.

Ahora, con el gobierno de CiU enfrascado en manejar la herencia del tripartito a base de recortes en servicios sociales, la posibilidad de que el electorado castigue duramente a los nacionalistas ha provocado un arrebato anti-españolista del templado Duran que ha llevado a los socialistas a reprobarle en el parlamento andaluz. Sus ataques a los andaluces a cuenta de subsidios como el del PER, reiterados en los últimos días y aliñados al final con genéricas quejas sobre la cultura del subsidio, pretenden agrupar el voto de Esquerra Republicana, de los nacionalistas más radicales y de todos aquellos que creen, tras enormes campañas en los medios de comunicación que controla la Generalidad, que los catalanes pagan impuestos para que se los gasten los andaluces. Con esa insidia y otras de parecida naturaleza, CiU pretende forzar un pacto fiscal con el Estado y presentarse ante los electores catalanes como una fuerza decisiva para acabar con un supuesto expolio a Cataluña. Esta estrategia es tan vieja como peligrosa, puesto que lo primero que consigue es enfrentar artificialmente a una parte de los catalanes con el resto de España y no es precisamente ese papel de agitador del que presume Duran, cuyas declaraciones se parecen más a las que acostumbra a hacer el ultraderechista Josep Anglada contra los inmigrantes que a las de un político que no ha ocultado sus ganas de ser ministro del Gobierno del Reino de España, a poder ser de Exteriores.

La deriva radical de Duran puede contribuir a que el desplome de Convergència no sea tan agudo como hacen prever algunas encuestas y el descontento generalizado con su política de mantener las embajadas y dejar de pagar a las residencias de ancianos. Tal vez le sirva también para desviar la atención sobre las quejas de pacientes que ven peligrar sus tratamientos mientras la Generalidad mantiene intacta la plantilla de TV3 con un recorte pactado de sueldos del cinco por ciento, entre otras muchas partidas superfluas incluso antes de la crisis. Sin embargo, su credibilidad moderantista ha quedado hecha trizas al tiempo que ha destapado el pensamiento real de CiU sobre el resto de España. Quien quiera seguir contemplado a los nacionalistas catalanes como una formación constructiva deberá buscar nuevas argumentaciones para sostener una realidad que no existe, pese al despliegue de medios.


Libertad Digital – Editorial